Si la tristeza ha llegado, no la eches a un lado, lee en ella, tradúcela, destápala, y comienza a preguntarte cuál es su mensaje.
Puedes estar elaborando inconscientemente una pérdida, necesitando ayuda o tratando de resolver un problema.
Si la tristeza te embarga, déjala caminar a tu lado.
Dile: “Hola amiga, veo que me vas a acompañar por unos días.
Trataré de no pelear contigo para descifrar tu mensaje, pero no molestes demasiado”.
Puedes verla como un resfriado o un virus inofensivo que crea defensas a tu organismo.
Aprovecha la ocasión para descansar un poco y acercarte a la nostalgia.
Rescata los buenos recuerdos, y si vas a llorar, hazlo sin resistencias.
Deja que la naturaleza te acurruque e inicie el proceso de recuperación de energía.
Si por el contrario, lo que llega a tu vida es la depresión, ¡pelea!, busca ayuda, corre a golpear las puertas del amor, escarba en tu auto-estima, revélate a la muerte, llama a gritos a la alegría, pero jamás te quedes quieto.
Recuerda que la depresión nunca es normal.
Guárdate el orgullo en el bolsillo y pide asistencia profesional.
Ante la mínima sospecha,
¡atácala!
La depresión es como las termitas, si uno se demora en exterminarlas, la casa se cae desde sus cimientos. Recuerda, la vida es un ser viviente y tú eres parte de ella. No malgastes el privilegio de estar vivo.
Walter Risso