Miguel Lorente, el Delegado del Gobierno para la Violencia de Género, expresaba recientemente, con relación al debate sobre los factores que explican la alta incidencia de la violencia machista contra mujeres migrantes (falta de apoyo familiar y social, dependencia económica del agresor, creencias que apuntalan la desigualdad como «normal», barreras idiomáticas, desconocimiento de las leyes y recursos), que el aislamiento pone las cosas más fáciles a los «hombres dispuestos a aprovechar esa vulnerabilidad» para maltratar y «someter» a sus víctimas. Hay quienes han señalado que la Ley de Extranjería obliga a abrir un expediente de expulsión si la denunciante no tiene regularizada su situación. ¿Cuál es la realidad?.
Aunque, como remarca Soledad Cazorla, fiscal de sala de Violencia sobre la Mujer, «España no ha expulsado a ninguna inmigrante» que haya acudido a denunciar su maltrato, es «mejor que la norma lo deje claro».
Datos 2008 Gobierno: se incrementó la representación de las extranjeras sobre el total de asesinadas, con un 44,3 por ciento frente al 39,4 registrado un año antes. El porcentaje de asesinos extranjeros se mantuvo en este periodo y se situó en torno al 38 por ciento. De las extranjeras asesinadas el año pasado, un 80,7 por ciento se encontraban en España en situación regular y de ellas, un 20 por ciento había presentado una denuncia por violencia de género. Este porcentaje es similar al de las mujeres ‘sin papeles’ que denunciaron antes de ser asesinadas, un 16,6 por ciento.
A juicio de Lorente, este hecho desmonta el tópico de que las inmigrantes en situación clandestina no acuden a denunciar por miedo a ser deportadas, ya que “no hay mucha diferencia” entre las estadísticas de españolas y extranjeras o entre extranjeras regulares e irregulares: entre el 16 y el 20 por ciento de las muertas había presentado una denuncia.
Pero más allá de esta posible expulsión, otro elemento que alimenta la violencia machista es que el permiso de residencia que se obtiene en una reagrupación familiar no permite permiso de trabajo de estas mujeres durante un período de cinco años, a no ser que vengan con contratación en origen (algo más que inusual)… de manera que durante cinco años la ley de extranjería convierte a estas mujeres en incapaces de ser autónomas y totalmente vulnerables al arbitrio de una pareja, sin la habitual mediación que ejercen las familias extensas y en una situación de alto estres como es la migración.
Muchos hombres y mujeres migrantes vienen de culturas fuertemente patriarcales, y en la situación de migración, surgen presiones o tensiones contra el desarraigo que exacerban las caracterísiticas de la cultura de origen más allá incluso de cómo funciona en el propio país de origen, haciendo que muchos hombres migrantes se muestren mucho más violentos y patriarcales de lo que serían en su propio país como forma de afirmarse en un contexto migratorio que da pocas oportunidades para la integración.