No creo en el matrimonio legal, creo que el matrimonio, acaba con todos los sentimientos sinceros y profundos, para transformarlos en obligaciones, deberes y derechos sobre las parejas.
El amor verdadero debe ser libre y auténtico, sin obligaciones de ningún tipo más que un profundo compromiso con el corazón y con la razón.
Si alguien te ama de verdad, no necesitará ser tu esposo o esposa para estar contigo en las buenas y en las malas, tampoco para ser el padre o madre de tus hijos y amarlos, protegerlos y cuidarlos por siempre, tampoco para serte fiel y respetarte.
Es más, cuando una persona realmente ama a otra, lo hace por encima de cualquier obstáculo, tan así que ni la muerte puede impedir que se pueda seguir amando.
El amor verdadero, significa proteger y cuidar al ser amado, ayudarlo y estar siempre a su lado, ser su amigo y cómplice, ser su apoyo constante, sin condiciones, sin envidias ni egoísmo.
El amor verdadero te hace libre y te hace la persona más feliz y dichosa, aunque carezcas de todo bien material, sientes que eres la persona más afortunada de este mundo.
El verdadero amor, jamás te exigirá que firmes un contrato o un papel, o que grites a los cuatro vientos que le amas, bastará con sólo una mirada y un fuerte abrazo, para saber que tienes todo su amor y que eres el dueño de ese corazón.
Tal vez alguien pueda decir que estoy equivocada y es muy posible que así sea, pero les aseguro, que será un matrimonio entre millones de este mundo el que pueda decirme que yo me he equivocado en mi apreciación sobre el matrimonio.
Muchas veces el matrimonio es el peor enemigo del amor y Dios bendice el amor verdadero sin importar los obstáculos, las diferencias sociales o raciales o cualquier otro impedimento que pueda existir ante los ojos de los hombres.
El verdadero amor es libre y espontáneo, no lo maten con una unión innecesaria.