Tender la mano P. Fernando Pascual 14-1-2012
Muchos hombres y mujeres necesitan ayuda.
En sus cuerpos, porque están enfermos o sufren hambre.
En sus corazones, porque necesitan el bálsamo de la misericordia.
Cristo vino al mundo precisamente para anunciar un mensaje de salvación y de consuelo. Dio de comer a las multitudes, curó a enfermos, consoló a los tristes, resucitó muertos, perdonó pecados.
Luego, encomendó una tarea inmensa a quienes escogió para servir y dar la vida por sus hermanos: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará” (Mc 16,15-16).
La tarea es inmensa, las necesidades incontables, los trabajadores pocos. Además, entre quienes reciben la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa, algunos ceden al pesimismo, al desaliento, a la tibieza, a la desesperanza. Otros se apartan de la misión: no llevan el Evangelio, sino que ofrecen ideas más o menos interesantes, pero diferentes del mensaje de Cristo.
El panorama puede parecer desolador.
El mundo es demasiado grande, los problemas Tender la mano P. Fernando Pascual 14-1-2012
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