La vida se nos escapa lentamente
en cada ocaso que se marcha,
entre rojizos resplandores o nubes borrascosas,
y aún entre el agua de la lluvia que empapa la mirada.
Cuando aparece la luna manchada de soledad
asechando silenciosa entre la copa de los árboles.
Yo me quedo quieta contemplando la historia
siempre desde el mismo lugar.
Y no me queda tiempo para reflexionar,
porque todo es incierto
Ya ni el viento desenreda mi cuerpo,
mucho menos cabe atreverse a soñar.