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General: EVANGELIO DE HOY, MARTES 29 de ENERO de 2013
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Resposta  Missatge 1 de 2 del tema 
De: campitos0  (Missatge original) Enviat: 29/01/2013 22:22
 
Martes de la tercera semana del tiempo ordinario

Carta a los Hebreos 10,1-10.
La Ley, en efecto -al no tener más que la sombra de los bienes futuros y no la misma realidad de las cosas- con los sacrificios repetidos año tras año en forma ininterrumpida, es incapaz de perfeccionar a aquellos que se acercan a Dios. 
De lo contrario, no se hubieran ofrecido más esos sacrificios, porque los que participan de ellos, al quedar purificados una vez para siempre, ya no tendrían conciencia de ningún pecado. 
En cambio, estos sacrificios renuevan cada año el recuerdo del pecado, 
porque es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados. 
Por eso, Cristo, al entrar en el mundo, dijo: Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo. 
No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios. 
Entonces dije: Aquí estoy, yo vengo -como está escrito de mí en el libro de la Ley- para hacer, Dios, tu voluntad. 
El comienza diciendo: Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la Ley. 
Y luego añade: Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo. 
Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados pro la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre. 

Salmo 40(39),2.4ab.7-8a.10.11.
Esperé confiadamente en el Señor: 
él se inclinó hacia mí 
y escuchó mi clamor. 
Puso en mi boca un canto nuevo, 
un himno a nuestro Dios. 
Muchos, al ver esto, temerán
y confiarán en el Señor. 


Tú no quisiste víctima ni oblación; 
pero me diste un oído atento; 
no pediste holocaustos ni sacrificios, 

entonces dije: "Aquí estoy. 
Proclamé gozosamente tu justicia 
en la gran asamblea; 
no, no mantuve cerrados mis labios, 
tú lo sabes, Señor. 

No escondí tu justicia dentro de mí, 
proclamé tu fidelidad y tu salvación, 
y no oculté a la gran asamblea 
tu amor y tu fidelidad. 



Evangelio según San Marcos 3,31-35.
Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. 
La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: "Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera". 
El les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". 
Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos. 
Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".
  
»¦«maiev25»¦«2008»¦«


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Resposta  Missatge 2 de 2 del tema 
De: campitos0 Enviat: 29/01/2013 22:23

Comentario: Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera (Corró d'Avall, Barcelona, España)

Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre

Hoy contemplamos a Jesús —en una escena muy concreta y, a la vez, comprometedora— rodeado por una multitud de gente del pueblo. Los familiares más próximos de Jesús han llegado desde Nazareth a Cafarnaum. Pero en vista de la cantidad de gente, permanecen fuera y lo mandan llamar. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan» (Mc 3,31).

En la respuesta de Jesús, como veremos, no hay ningún motivo de rechazo hacia sus familiares. Jesús se había alejado de ellos para seguir la llamada divina y muestra ahora que también internamente ha renunciado a ellos: no por frialdad de sentimientos o por menosprecio de los vínculos familiares, sino porque pertenece completamente a Dios Padre. Jesucristo ha realizado personalmente en Él mismo aquello que justamente pide a sus discípulos.

En lugar de su familia de la tierra, Jesús ha escogido una familia espiritual. Echa una mirada sobre los hombres sentados a su alrededor y les dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34-35). San Marcos, en otros lugares de su Evangelio, refiere otras de esas miradas de Jesús a su alrededor.

¿Es que Jesús nos quiere decir que sólo son sus parientes los que escuchan con atención su palabra? ¡No! No son sus parientes aquellos que escuchan su palabra, sino aquellos que escuchan y cumplen la voluntad de Dios: éstos son su hermano, su hermana, su madre.

Lo que Jesús hace es una exhortación a aquellos que se encuentran allí sentados —y a todos— a entrar en comunión con Él mediante el cumplimiento de la voluntad divina. Pero, a la vez, vemos en sus palabras una alabanza a su madre, Maria, la siempre bienaventurada por haber creído.




 
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