MADERA PARA UN MUEBLE
(Extracto)
El carpintero quiere a la madera. Y la madera lo sabe. Y de ahí sale la obra maestra. Amar lo que trabajamos, amar lo que tocamos, amar lo que hacemos. Y amar de tal manera que lo que amamos y los que amamos se sientan amados y respondan con docilidad voluntaria al proceso que los forma en responsabilidad compartida. Nunca forzar, nunca imponer, nunca esclavizar. La madera se sabe querida y eso le facilita la entrega generosa al cambio difícil que le da un nuevo ser.
Cuenta Chuang Tzu de un carpintero que, cuando le encargaban un mueble, iba a la selva y se ponía a preguntar a los árboles, uno a uno, a ver cual se consideraba idóneo y dispuesto para aquel trabajo. Sentía sus respuestas, las aceptaba, las valoraba y por ellas , al fin, el carpintero decidía cuál era el árbol que mejor iba a servir para la tarea encomendada. La madera sabe mejor que el carpintero qué es lo que más conviene a cada obra. Y lo dice si le sabemos consultar.
Lo importante es que la madera se sienta amada. Que no sea víctima ciega de ganancia egoísta. Que sepa que es útil, que es bella, que es querida y que es la transformación penosa, pero necesaria, la que la capacitará para ser obra noble en presencia del hombre.
Todos somos carpinteros de una manera o de otra y podemos elegir entre amar la madera que trabajamos como aliada nuestra, o forzarla como enemigo que se resiste. La obra será distinta y distinta también nuestra satisfacción.
Amemos la madera, y que la madera se sienta amada por nosotros.
Eso es ser carpintero.
Carlos G. Vallés
WebsetCopyRight ©2010 Art by Melody-All Rights Reserved |