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General: EVANGELIO DE HOY 21 DE FEBRERO DE 2013
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 21/02/2013 12:39
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Jueves de la Primera semana de Cuaresma

Libro de Ester 14,1.3-5.12-14.
En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminente, 
acudió al Señor y rezó así al Señor, Dios de Israel: "Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor fuera de ti, 
pues yo misma me he expuesto al peligro. 
Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido. 
Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación, y dame valor, Señor, rey de los dioses y señor de poderosos. 
Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar al león; haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo, para que perezca con todos sus cómplices. 
A nosotros, líbranos con tu mano; y a mí, que no tengo otro auxilio fuera de ti, protégeme tú, Señor, que lo sabes todo." 

Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.7c-8.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, 
te cantaré en presencia de los ángeles. 
Me postraré ante tu santo Templo, 
y daré gracias a tu Nombre 
por tu amor y tu fidelidad, 
porque tu promesa ha superado tu renombre. 


Me respondiste cada vez que te invoqué 
y aumentaste la fuerza de mi alma. 

Si camino entre peligros, me conservas la vida,
extiendes tu mano contra el furor de mi enemigo,
y tu derecha me salva.
El Señor lo hará todo por mí. 
Tu amor es eterno, Señor, 
¡no abandones la obra de tus manos! 



Evangelio según San Mateo 7,7-12.
Jesús dijo a sus discípulos: Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. 
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. 
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? 
¿O si le pide un pez, le da una serpiente? 
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! 
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
 

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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 21/02/2013 12:40

Comentario: Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)

Todo el que pide recibe; el que busca, halla

Hoy, Jesús nos habla de la necesidad y del poder de la oración. No podemos entender la vida cristiana sin relación con Dios, y en esta relación, la oración ocupa un lugar central. Mientras vivimos en este mundo, los cristianos nos encontramos en un camino de peregrinaje, pero la oración nos acerca a Dios, nos abre las puertas de su amor inmenso y nos anticipa ya las delicias del cielo. Por esto, la vida cristiana es una continua petición y búsqueda: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Mt 7,7), nos dice Jesús.

Al mismo tiempo, la oración va transformando el corazón de piedra en un corazón de carne: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!» (Mt 7,11). El mejor resumen que podemos pedir a Dios se encuentra en el Padrenuestro: «Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo» (cf. Mt 6,10). Por tanto, no podemos pedir en la oración cualquier cosa, sino aquello que sea realmente un bien. Nadie desea un daño para sí mismo; por esto, tampoco no lo podemos querer para los demás.

Hay quien se queja de que Dios no le escucha, porque no ve los resultados de manera inmediata o porque piensa que Dios no le ama. En casos así, no nos vendrá mal recordar este consejo de san Jerónimo: «Es cierto que Dios da a quien se lo pide, que quien busca encuentra, y a quien llama le abren: se ve claramente que aquel que no ha recibido, que no ha encontrado, ni tampoco le han abierto, es porque no ha pedido bien, no ha buscado bien, ni ha llamado bien a la puerta». Pidamos, pues, en primer lugar a Dios que haga bondadoso nuestro corazón como el de Jesucristo.



 
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