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General: EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 24 DE ABRIL DE 2013
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 25/04/2013 10:36
LAVENIDADECRISTO.gif picture by silvygilbert

 

Miércoles de la cuarta semana de Pascua

Libro de los Hechos de los Apóstoles 12,24-25.13,1-5a.
Mientras tanto la Palabra de Dios crecía y se difundía.
Bernabé y Saulo habían terminado su misión y se volvieron a Jerusalén; traían con ellos a Juan, llamado también Marcos.
En Antioquía, en la Iglesia que estaba allí, había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahem, que se había criado con Herodes, y Saulo.
Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Sepárenme a Bernabé y a Saulo y envíenlos a realizar la misión para la que los he llamado.»
Ayunaron e hicieron oraciones, les impusieron las manos y los enviaron.
Enviados por el Espíritu Santo, Bernabé y Saulo bajaron al puerto de Seleucia y de allí navegaron hasta Chipre.
Llegados a Salamina, comenzaron a anunciar la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Juan les hacía de asistente.

Salmo 67(66),2-3.5.6.8.
¡Que Dios tenga piedad y nos bendiga, 
nos ponga bajo la luz de su rostro!
Para que conozcan en la tierra tu camino,
tu salvación en todas la naciones.

Que los poblados se alegren y te canten. 
Pues tú juzgas los pueblos con justicia, 
tú riges a los pueblos de la tierra.
Que los pueblos te den gracias, oh Dios, 
que todos los pueblos te den gracias.

Que nos bendiga Dios, y sea temido 
hasta los confines de la tierra. 


Evangelio según San Juan 12,44-50.
Pero Jesús dijo claramente: «El que cree en mí no cree solamente en mí, sino en aquel que me ha enviado.
Y el que me ve a mí ve a aquel que me ha enviado.
Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no permanezca en tinieblas.
Si alguno escucha mis palabras y no las guarda, yo no lo juz go, porque yo no he venido para con denar al mundo, sino para salvarlo.
El que me rechaza y no recibe mi palabra ya tiene quien lo juzgue: la misma palabra que yo he hablado lo condenará el último día.
Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, sino que el Padre, al enviarme, me ha mandado lo que debo decir y cómo lo debo de cir.
Yo sé que su mandato es vida eterna, y yo entrego mi mensaje tal como me lo mandó el Padre.» 

silvia6.png picture by silvygilbert



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 25/04/2013 10:37

Comentario: P. Julio César RAMOS González SDB (Mendoza, Argentina)

El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado

Hoy, Jesús grita; grita como quien dice palabras que deben ser escuchadas claramente por todos. Su grito sintetiza su misión salvadora, pues ha venido para «salvar al mundo» (Jn 12,47), pero no por sí mismo sino en nombre del «Padre que me ha enviado y me ha mandado lo que tengo que decir y hablar» (Jn 12,49). 

Todavía no hace un mes que celebrábamos el Triduo Pascual: ¡cuán presente estuvo el Padre en la hora extrema, la hora de la Cruz! Como ha escrito Juan Pablo II, «Jesús, abrumado por la previsión de la prueba que le espera, solo ante Dios, lo invoca con su habitual y tierna expresión de confianza: ‘Abbá, Padre’». En las siguientes horas, se hace patente el estrecho diálogo del Hijo con el Padre: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34); «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).

La importancia de esta obra del Padre y de su enviado, se merece la respuesta personal de quien escucha. Esta respuesta es el creer, es decir, la fe (cf. Jn 12,44); fe que nos da —por el mismo Jesús— la luz para no seguir en tinieblas. Por el contrario, el que rechaza todos estos dones y manifestaciones, y no guarda esas palabras «ya tiene quien le juzgue: la Palabra» (Jn 12,48).

Aceptar a Jesús, entonces, es creer, ver, escuchar al Padre, significa no estar en tinieblas, obedecer el mandato de vida eterna. Bien nos viene la amonestación de san Juan de la Cruz: «[El Padre] todo nos lo habló junto y de una vez por esta sola Palabra (...). Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo sería una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, evitando querer otra alguna cosa o novedad».



 
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