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General: EVANGELIO DE HOY LUNES 20 DE MAYO DE 2013
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جواب  رسائل 1 من 2 في الفقرة 
من: campitos0  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 23/05/2013 15:44
Lunes de la séptima semana del tiempo ordinario

Libro de Eclesiástico 1,1-10. 
Toda sabiduría viene del Señor y con él permanece para siempre. 
¿Quién podrá contar los granos de arena a orilla de los mares, las gotas de lluvia, los días ya transcurridos? 
¿Quién puede medir la altura del cielo, la extensión de la tierra, las profundidades del océano? 
La sabiduría fue creada antes de cualquier cosa, la inteligencia que todo lo dispone viene de más lejos que el principio del tiempo. 
[…]
¿A quién ha sido revelada la fuente de la sabiduría? ¿Quién ha conocido sus secretas intenciones?
[…]
Sólo hay un sabio, muy digno del más alto respeto: ¡El que se sienta en su trono! 
El Señor fue quien creó la sabiduría; la vio, le tomó las medidas, la difundió en todas sus obras,
en todos los seres vivos, según su generosidad. La distribuyó con largueza a todos los que lo aman. 

Salmo 93(92),1ab.1c-2.5. 
Tu trono está erigido desde siempre, 
pues tú eres, Señor, desde la eternidad.

Nada hay más seguro que tus palabras, 
tu casa es el lugar de la santidad, 
oh Señor, día tras día y para siempre. 


Evangelio según San Marcos 9,14-29. 
Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron con un grupo de gente a su alrededor, y algunos maestros de la Ley discutían con ellos.
La gente quedó sorprendida al ver a Jesús y corrieron a saludarlo.
El les preguntó: «¿Sobre qué discutían ustedes con ellos?»
Y uno del gentío le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo.
En cualquier momento el espíritu se apodera de él, lo tira al suelo y el niño echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda rígido. Les pedí a tus discípulos que echaran ese espíritu, pero no pudieron.»
Les respondió: «¡Qué generación tan incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho.»
Y se lo llevaron. Apenas vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al muchacho; cayó al suelo y se revolcaba echando espuma por la boca.
Entonces Jesús preguntó al padre: «¿Desde cuándo le pasa esto?»
Le contestó: «Desde niño. Y muchas veces el espíritu lo lanza al fuego y al agua para matarlo. Por eso, si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos.»
Jesús le dijo: «¿Por qué dices “si puedes”? Todo es posible para el que cree.»
Al instante el padre gritó: «Creo, ¡pero ayuda mi poca fe!»
Cuando Jesús vio que se amontonaba la gente, dijo al espíritu malo: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo ordeno: sal del muchacho y no vuelvas a entrar en él.»
El espíritu malo gritó y sacudió violentamente al niño; después, dando un terrible chillido, se fue. El muchacho quedó como muerto, tanto que muchos decían que estaba muerto.
Pero Jesús lo tomó de la mano y le ayudó a levantarse, y el muchacho se puso de pie.
Ya dentro de casa, sus discípulos le preguntaron en privado: «¿Por qué no pudimos expulsar nosotros a ese espíritu?»
Y él les respondió: «Esta clase de demonios no puede echarse sino mediante la oración.»



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جواب  رسائل 2 من 2 في الفقرة 
من: campitos0 مبعوث: 23/05/2013 15:44

Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

¡Creo, ayuda a mi poca fe!

Hoy contemplamos —¡una vez más!— al Señor solicitado por la gente («corrieron a saludarle») y, a la vez, Él solícito de la gente, sensible a sus necesidades. En primer lugar, cuando sospecha que alguna cosa pasa, se interesa por el problema.

Interviene uno de los protagonistas, esto es, el padre de un chico que está poseído por un espíritu maligno: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar de dientes y lo deja rígido» (Mc 9,17-18).

¡Es terrible el mal que puede llegar a hacer el Diablo!, una criatura sin caridad. —Señor, ¡hemos de rezar!: «Líbranos del mal». No se entiende cómo puede haber hoy día voces que dicen que no existe el Diablo, u otros que le rinden algún tipo de culto... ¡Es absurdo! Nosotros hemos de sacar una lección de todo ello: ¡no se puede jugar con fuego!

«He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido» (Mc 9,18). Cuando escucha estas palabras, Jesús recibe un disgusto. Se disgusta, sobre todo, por la falta de fe... Y les falta fe porque han de rezar más: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración» (Mc 9,29).

La oración es el diálogo “intimista” con Dios. Juan Pablo II ha afirmado que «la oración comporta siempre una especie de escondimiento con Cristo en Dios. Sólo en semejante “escondimiento” actúa el Espíritu Santo». En un ambiente íntimo de escondimiento se practica la asiduidad amistosa con Jesús, a partir de la cual se genera el incremento de confianza en Él, es decir, el aumento de la fe.

Pero esta fe, que mueve montañas y expulsa espíritus malignos («¡Todo es posible para quien cree!») es, sobre todo, un don de Dios. Nuestra oración, en todo caso, nos pone en disposición para recibir el don. Pero este don hemos de suplicarlo: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!» (Mc 9,24). ¡La respuesta de Cristo no se hará “rogar”!



 
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