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General: EVANGELIO DE HOY LUNES 3 DE JUNIO DE 2013
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De: campitos0 (Mensaje original) |
Enviado: 03/06/2013 17:32 |
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Lunes de la novena semana del tiempo ordinario
Libro de Tobías 1,3.2,1a-8. Yo, Tobit, he andado siempre por los caminos de la verdad. He hecho el bien todos los días de mi vida. He dado muchas limosnas a mis hermanos y a aquellos de mi pueblo que fueron llevados junto conmigo a Nínive, en el país de los Asirios. Bajo el reinado de Asarjadón, volví pues a mi casa y me reuní con mi mujer Ana y con mi hijo Tobías. Para la fiesta de Pentecostés, la fiesta de las Semanas, se hace una gran cena. Me recosté para comer, me acercaron la mesa con muchos platos. Dije entonces a mi hijo Tobías: «¡Hijo mío, anda a ver si encuentras entre nuestros hermanos exiliados en Nínive a algún pobre que se acuerde de Dios con todo su corazón, y tráemelo para que comparta conmigo esta comida. Te esperaré, hijo, hasta que regreses!” Salió Tobías en busca de un pobre entre nuestros hermanos, y al regresar dijo: «Papá, acaban de asesinar a uno de nuestra raza. Lo estrangularon, lo dejaron tendido en la plaza del mercado y allí está todavía». Dejé mi comida sin tocarla siquiera; de un salto saqué al hombre de la plaza y lo dejé en una pieza esperando la puesta del sol para enterrarlo. Luego regresé, me lavé y comí mi pan en medio de lágrimas. Me acordé de las palabras del profeta Amós, con respecto a Betel: «Sus fiestas se transformarán en luto y todos sus cantos en lamentaciones». Lloré y cuando se entró el sol, fui a hacer un hoyo y lo enterré. Mis vecinos decían burlándose: «¿Y todavía no tiene miedo? ¡Ya tuvo que huir una vez, y de nuevo entierra a los muertos!»
Salmo 112(111),1-2.3-4.5-6. ¡Aleluya! ¡Feliz el hombre que teme al Señor y valora mucho sus mandamientos! Su semilla será pujante en el país, los retoños del hombre bueno serán benditos.
Habrá en su casa bienes y riquezas, y su honradez, que durará para siempre. Brilla como luz en las tinieblas para los de recto corazón; él comprende, es clemente y justo.
Le va bien al compasivo y que presta, y lleva sus negocios en conciencia, pues nada logrará perturbarlo: el recuerdo del justo será eterno.
Evangelio según San Marcos 12,1-12. Jesús entonces les dirigió estas parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y construyó una casa para el celador. La alquiló después a unos trabajadores y se marchó al extranjero. A su debido tiempo envió a un sirviente para pedir a los viñadores la parte de los frutos que le correspondían. Pero ellos lo tomaron, lo apalearon y lo despacharon con las manos vacías. Envió de nuevo a otro servidor, y a éste lo hirieron en la cabeza y lo insultaron. Mandó a un tercero, y a éste lo mataron. Y envió a muchos otros, pero a unos los hirieron y a otros los mataron. Todavía le quedaba uno: ése era su hijo muy querido. Lo mandó por último, pensando: «A mi hijo lo respetarán.» Pero los viñadores se dijeron entre sí: «Este es el heredero, la viña será para él; matémosle y así nos quedaremos con la propiedad.» Tomaron al hijo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. Ahora bien, ¿qué va a hacer el dueño de la viña? Vendrá, matará a esos trabajadores y entregará la viña a otros.» Y Jesús añadió: «¿No han leído el pasaje de la Escritura que dice: La piedra que rechazaron los constructores ha llegado a ser la piedra principal del edificio. Esta es la obra del Señor, y nos dejó maravillados?» Los jefes querían apresar a Jesús, pero tuvieron miedo al pueblo; habían entendido muy bien que la parábola se refería a ellos. Lo dejaron allí y se fueron.
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Comentario: Fr. Alphonse DIAZ (Nairobi, Kenia)
Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña
Hoy, el Señor nos invita a pasear por su viña: «Un hombre plantó una viña (...) y la arrendó a unos labradores» (Mc 12,1). Todos somos arrendatarios de esa viña. La viña es nuestro propio espíritu, la Iglesia y el mundo entero. Dios quiere frutos de nosotros. Primero, nuestra santidad personal; luego, un constante apostolado entre nuestros amigos, a quienes nuestro ejemplo y nuestra palabra les anime a acercarse cada día más a Cristo; finalmente, el mundo, que se convertirá en un mejor sitio para vivir, si santificamos nuestro trabajo profesional, nuestras relaciones sociales y nuestro deber hacia el bien común.
¿Qué clase de arrendatarios somos? ¿De los que trabajan duro, o de los que se irritan cuando el dueño envía a sus siervos a cobrarnos el alquiler? Podemos oponernos a los que tienen la responsabilidad de ayudarnos a proporcionar los frutos que Dios espera de nosotros. Podemos poner objeciones a las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia y del Papa, los obispos, o quizás, más modestamente, de nuestros padres, nuestro director espiritual, o de aquel buen amigo que está tratando de ayudarnos. Podemos, incluso, volvernos agresivos, y tratar de herirles o, hasta “matarlos” mediante nuestra crítica y comentarios negativos. Deberíamos examinarnos a nosotros mismos acerca de los motivos reales de dicha postura. Quizás necesitamos un conocimiento más profundo de nuestra fe; quizás debemos aprender a conocernos mejor, a efectuar un mejor examen de conciencia, para poder descubrir las razones por las que no queremos producir frutos.
Pidamos a Nuestra Madre María su ayuda para que podamos trabajar con amor, bajo la guía del Papa. Todos podemos ser “buenos pastores” y “pescadores” de hombres. «Entonces, vayamos y pidamos al Señor que nos ayude a llevar fruto, un fruto que permanezca. Sólo así este valle de lágrimas se transformará en jardín de Dios» (Benedicto XVI). Nosotros podríamos acercar a Jesucristo nuestro espíritu, el de nuestros amigos, o el del mundo entero, si tan sólo leyéramos y meditáramos las enseñanzas del Santo Padre, y tratásemos de ponerlas en práctica.
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