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General: EVANGELIO DE HOY VIERNES 7 DE JUNIO DE 2013
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 08/06/2013 18:27

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Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Libro de Ezequiel 34,11-16. 
Porque esto dice Yavé: ¡Aquí estoy, soy yo! Vengo en busca de las ovejas, yo me ocuparé de ellas
como el pastor que se ocupa de su rebaño el día en que se encuentre en medio de sus ovejas en libertad. Yo también me ocuparé de mis ovejas y las sacaré de todos los lugares por donde se dispersaron ese día de negras nubes y tinieblas.
Haré que salgan de los otros pueblos, las reuniré de diferentes países y las conduciré a su propia tierra. Haré que ramoneen por las montañas de Israel, en los valles y en todas las praderas del país. 
Sí, haré que ramoneen en un buen potrero, en las altas montañas de Israel, descansarán en un buen corral y se alimentarán en fértiles praderas de las montañas de Israel;
yo mismo me preocuparé de mis ovejas, yo las llevaré a descansar, palabra de Yavé. 
Buscaré a la que esté perdida, volveré a traer a la que esté extraviada, curaré a la que esté herida, reanimaré a la que esté enferma, velaré por la que esté sana; las cuidaré con justicia. 


Salmo 23(22),1-2.3-4.5.6. 
El Señor es mi pastor: nada me falta;
en verdes pastos él me hace reposar. 
A las aguas de descanso me conduce,
y reconforta mi alma. 
Por el camino del bueno me dirige, 
por amor de su nombre.

Aunque pase por quebradas oscuras, 
no temo ningún mal, 
porque tú estás conmigo 
con tu vara y tu bastón, 
y al verlas voy sin miedo.
La mesa has preparado para mí 
frente a mis adversarios, 
con aceites perfumas mi cabeza 
y rellenas mi copa.

Irán conmigo la dicha y tu favor 
mientras dure mi vida, 
mi mansión será la casa del Señor 
por largos, largos días. 


Carta de San Pablo a los Romanos 5,5b-11. 
La cual no quedará frustrada, pues ya se nos ha dado el Espíritu Santo, y por él el amor de Dios se va derramando en nuestros corazones.
Fíjense cómo Cristo murió por los pecadores, cuando llegó el momento, en un tiempo en que éramos impotentes.
Difícilmente aceptaríamos morir por una persona “justa”; tratándose de una buena persona, tal vez alguien se atrevería a sacrificar su vida.
Pero Dios dejó constancia del amor que nos tiene: Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Con mucha más razón ahora nos salvará del castigo si, por su sangre, hemos sido hechos justos y santos.
Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo; con mucha más razón ahora su vida será nuestra plenitud.
No sólo eso: nos sentiremos seguros de Dios gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, por medio del cual hemos obtenido la reconciliación.


Evangelio según San Lucas 15,3-7. 
Entonces Jesús les dijo esta parábola:
«Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió hasta que la encuentra?
Y cuando la encuentra, se la carga muy feliz sobre los hombros,
y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido.”
Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.

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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 08/06/2013 18:28

Comentario: Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez (Rubí, Barcelona, España)

Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido

Hoy celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Desde tiempo inmemorial, el hombre sitúa “físicamente” en el corazón lo mejor o lo peor del ser humano. Cristo nos muestra el suyo, con las cicatrices de nuestro pecado, como símbolo de su amor a los hombres, y es desde este corazón que vivifica y renueva la historia pasada, presente y futura, desde donde contemplamos y podemos comprender la alegría de Aquel que encuentra lo que había perdido.

«Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido» (Lc 15,6). Cuando escuchamos estas palabras, tendemos siempre a situarnos en el grupo de los noventa y nueve justos y observamos “distantes” cómo Jesús ofrece la salvación a cantidad de conocidos nuestros que son mucho peor que nosotros... ¡Pues no!, la alegría de Jesús tiene un nombre y un rostro. El mío, el tuyo, el de aquél..., todos somos “la oveja perdida” por nuestros pecados; así que..., ¡no echemos más leña al fuego de nuestra soberbia, creyéndonos convertidos del todo!

En el tiempo que vivimos, en que el concepto de pecado se relativiza o se niega, en el que el sacramento de la penitencia es considerado por algunos como algo duro, triste y obsoleto, el Señor en su parábola nos habla de alegría, y no lo hace solo aquí, sino que es una corriente que atraviesa todo el Evangelio. Zaqueo invita a Jesús a comer para celebrarlo, después de ser perdonado (cf. Lc 19,1-9); el padre del hijo pródigo perdona y da una fiesta por su vuelta (cf. Lc 15,11-32), y el Buen Pastor se regocija por encontrar a quien se había apartado de su camino.

Decía san Josemaría que un hombre «vale lo que vale su corazón». Meditemos desde el Evangelio de Lucas si el precio —que va marcado en la etiqueta de nuestro corazón— concuerda con el valor del rescate que el Sagrado Corazón de Jesús ha pagado por cada uno de nosotros.



 
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