Viernes de la décima semana del tiempo ordinario
Carta II de San Pablo a los Corintios 4,6-15.
El mismo Dios que dijo: Brille la luz en medio de las tinieblas, es el que se hizo luz en nuestros corazones, para que se irradie la gloria de Dios tal como brilla en el rostro de Cristo.
Con todo, llevamos este tesoro en vasos de barro, para que esta fuerza soberana se vea como obra de Dios y no nuestra.
Nos sobrevienen pruebas de toda clase, pero no nos desanimamos; estamos entre problemas, pero no desesperados;
somos perseguidos, pero no eliminados; derribados, pero no fuera de combate.
Por todas partes llevamos en nuestra persona la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra persona.
Pues a los que estamos vivos nos corresponde ser entregados a la muerte a cada momento por causa de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestra existencia mortal.
Y mientras la muerte actúa en nosotros, a ustedes les llega la vida.
Tenemos el mismo don espiritual de fe que tenía el que escribió: Creí, y por eso hablé. También nosotros creemos, y por eso hablamos.
Sabemos que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también con Jesús y nos pondrá cerca de él con ustedes.
Y todo esto es para bien de ustedes; los favores de Dios se van multiplicando, y también se irá ampliando cada día más la acción de gracias que tantas personas rinden a Dios para gloria suya.
Salmo 116(115),10-11.15-16.17-18.
Tenía fe, aun cuando me decía:
«Realmente yo soy un desdichado».
Pensaba en medio de mi confusión:
«¡Todo hombre decepciona!»
Tiene un precio a los ojos del Señor
la muerte de sus fieles:
«¡Mira, Señor, que soy tu servidor,
tu servidor y el hijo de tu esclava:
tú has roto mis cadenas!»
Te ofreceré el sacrificio de acción de gracias
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo,
Evangelio según San Mateo 5,27-32.
Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio.»
Pero yo les digo: Quien mira a una mujer con malos deseos, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Por eso, si tu ojo derecho te está haciendo caer, sácatelo y tíralo lejos; porque más te conviene perder una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
Y si tu mano derecha te lleva al pecado, córtala y aléjala de ti; porque es mejor que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
También se dijo: «El que se divorcie de su mujer, debe darle un certificado de divorcio.»
Pero yo les digo: Si un hombre se divorcia de su mujer, fuera del caso de unión ilegítima, es como mandarla a cometer adulterio: el hombre que se case con la mujer divorciada, cometerá adulterio.