LA AMADA DE LOS DIOSES
No me llega tu voz, pero te oigo claro.
Me llega tu vibración en cada brisa
que forma la ola breve ante el faro,
y se estremece en el arco de tu risa.
Por el silencio, me llega aquel raro
sentimiento de tibieza en nuestra misa
de palabras sonrientes, en aquel caro
momento en que tu voz llega y me avisa.
¿Por qué es así? Me encanta tu tibieza,
y el velo de tristura en tu mirada,
que me trae recuerdos de otro mundo.
¡Qué erguida tu figura! ¡Qué realeza!
¡Esa miel en tus manos! Eres la amada
de los dioses.Y en tu fulgor me hundo.
A. Amado
(Sonetos de Amor y de Esperanza)
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