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General: EVANGELIO DE HOY SÁBADO 12 DE OCTUBRE DE 2013
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 13/10/2013 21:15

 

 

 
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Sábado de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario

Libro de Joel 4,12-21. 
¡Que despierten y suban las naciones al valle de Josafat! Porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor. 
Pongan mano a la hoz: la mies está madura; vengan a pisar: el lagar está lleno; las cubas desbordan: ¡tan grande es su maldad! 
¡Multitudes innumerables en el valle de la Decisión! Porque se acerca el Día del Señor en el valle de la Decisión. 
El sol y la luna se oscurecen, las estrellas pierden su brillo. 
El Señor ruge desde Sión y desde Jerusalén hace oír su voz: ¡tiemblan el cielo y la tierra! ¡Pero el Señor será un refugio para su pueblo, un resguardo para los israelitas! 
Así ustedes sabrán que yo soy el Señor, su Dios, que habito en Sión, mi santa Montaña. Jerusalén será un lugar santo, y los extranjeros no pasarán más por ella. 
Aquel día, las montañas destilarán vino nuevo y manará leche de las colinas; por todos los torrentes de Judá correrán las aguas, y brotará un manantial de la Casa del Señor, que regará el valle de las Acacias. 
Egipto se convertirá en una desolación y Edóm en un desierto desolado, a causa de la violencia cometida contra las hijos de Judá, cuya sangre inocente derramaron en su país. 
Pero Judá será habitada para siempre y Jerusalén por todas las generaciones. 
Yo vengaré su sangre, no la dejaré impune, y el Señor tendrá su morada en Sión. 


Salmo 97(96),1-2.5-6.11-12. 
¡El Señor reina, alégrese la tierra, 
regocíjense las islas numerosas!
Lo rodea una nube tenebrosa, 
justicia y derecho son la base de su trono.

Los montes se derriten como cera 
ante el que es Amo de toda la tierra;
los cielos proclaman su justicia 
y todos los pueblos ven su gloria.

La luz ya asoma para el justo y la alegría, 
para los de recto corazón.
Alégrense, justos en el Señor, 
y den gracias a su santo nombre.



Evangelio según San Lucas 11,27-28. 
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: "¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!". 
Jesús le respondió: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".

 
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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 13/10/2013 21:15


Comentario: Rev. D. Jaume AYMAR i Ragolta (Badalona, Barcelona, España)

¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!

Hoy escuchamos la mejor de las alabanzas que Jesús podía hacer a su propia Madre: «Dichosos (...) los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28). Con esta respuesta, Jesucristo no rechaza el apasionado elogio que aquella mujer sencilla dedicaba a su Madre, sino que lo acepta y va más allá, explicando que María Santísima es bienaventurada —¡sobre todo!— por el hecho de haber sido buena y fiel en el cumplimiento de la Palabra de Dios.

A veces me preguntan si los cristianos creemos en la predestinación, como creen otras religiones. ¡No!: los cristianos creemos que Dios nos tiene reservado un destino de felicidad. Dios quiere que seamos felices, afortunados, bienaventurados. Fijémonos cómo esta palabra se va repitiendo en las enseñanzas de Jesús: «Bienaventurados, bienaventurados, bienaventurados...». «Bienaventurados los pobres, los compasivos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que creerán sin haber visto» (cf. Mt 5,3-12; Jn 20,29). Dios quiere nuestra felicidad, una felicidad que comienza ya en este mundo, aunque los caminos para llegar no sean ni la riqueza, ni el poder, ni el éxito fácil, ni la fama, sino el amor pobre y humilde de quien todo lo espera. ¡La alegría de creer! Aquella de la cual hablaba el converso Jacques Maritain.

Se trata de una felicidad que es todavía mayor que la alegría de vivir, porque creemos en una vida sin fin, eterna. María, la Madre de Jesús, no es solamente afortunada por haberlo traído al mundo, por haberlo amamantado y criado —como intuía aquella espontánea mujer del pueblo— sino, sobre todo, por haber sido oyente de la Palabra y por haberla puesto en práctica: por haber amado y por haberse dejado amar por su Hijo Jesús. Como escribía el poeta: «Poder decir “madre” y oírse decir “hijo mío” / es la suerte que nos envidiaba Dios». Que María, Madre del Amor Hermoso, ruegue por nosotros.




 
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