La vida, en sí, es un problema. Los problemas de todos los días son su vitalidad y su reto.
Ahí se trazan la trayectoria, la definición y la victoria, porque siempre habrá problemas y conflictos... siempre un destino inevitable y una parte que el hombre debe ser consciente de manejar. Siempre un acierto que nos realice y un error que nos haga fracasar. Conjugar todo eso no es fácil...
Los caminos cambian, el dolor desgasta.
Vivir es batallar o rendirse. Sólo las armas religiosas, morales y espirituales unidas a la voluntad y el esfuerzo hacen que la raíz se ablande y la cosecha no se seque.
Lo que importa es la actitud mental junto a la vida. Hay vidas llenas de dolor que no lucen amargas y vidas llenas de ventajas que lucen desabridas.
Aunque muchos duden, confía en ti mismo.
Ponle rienda a tus pasiones y paciencia a tus logros.
Ponle calma a tus reflexiones y fuerza a tus acciones.
Ponle peso a tu balanza y poder nivelador a sus agujas.
Ten alerta el pensamiento y en guardia la voluntad.
No hagas dominadora tu fantasía ni inconsciente tu realidad.
No te sientas vencido y nunca triunfador del todo.
Siempre habrá huecos en tu vida, porque ésta nunca llega a su total plenitud.
Supera a los que puedas, mejora a los que te rodean y no margines a nadie.
No vivas evadiendo tu cuota de servicio y responsabilidad.
Todos tenemos culpa y todos tenemos parte en el desastre.
Lo que no puede faltar en ninguna vida es el amor, porque es lo único que la hace visible, es lo único que fija posturas, define posiciones, achica el sacrificio y deja un sedimento que suaviza, afianza, perfuma y sostiene.
No te pasees por el mundo:
¡Entra a la vida!
Pero no rondes por su periferia... ¡métete en su corazón!
Zenaida de Argamasilla