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General: Los Santos de hoy domingo 2 de febrero de 2014
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 02/02/2014 11:52
Los Santos de hoy domingo 2 de febrero de 2014
 Fiesta de la Candelaria
Fiesta de la Presentación del Señor, 2 de febrero
 Juana de Lestonnac, Santa
Fundadora, 2 de febrero
 Catalina de Ricci, Santa
Virgen, 2 de febrero
 María Dominica Mantovani, Beata
Fundadora, 2 de febrero
 Andrés Carlos Ferrari, Beato
Obispo, 2 de febrero
 María Catalina Kasper, Beata
Virgen y Fundadora, 2 de febrero
 Esteban Bellesini, Beato
Presbítero Agustino, 2 de febrero
 Simón Fidati de Cassia, Beato
Presbítero, 2 de febrero
 Lorenzo de Canterbury, Santo
Obispo, 2 de febrero
 Otros Santos y Beatos
Completando santoral de este día, 2 de febrero
 Juan Teófano Vénard, Santo
Presbítero y Mártir, 2 de febrero
 Nicolás Saggio de Longobardi, Beato
Religioso, 2 de febrero
 Burcardo de Würzburg, Santo
Obispo, 2 de febrero
 Luis Brisson, Beato
Sacerdote y Fundador, 2 de febrero




Fiesta de la Candelaria
Fiesta de la Presentación del Señor, 2 de febrero
 
Fiesta de la Candelaria
Fiesta de la Candelaria
Fiesta de la Presentación del Señor, llamada Hypapante por los griegos: Cuarenta días después de Navidad, Jesús fue conducido al Templo por María y José, y lo que podía aparecer como cumplimiento de la ley mosaica era realmente su encuentro con el pueblo creyente y gozoso, manifestándose como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel.

Para cumplir la ley, María fue al Templo de Jerusalén, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús 

Esta fiesta ya se celebraba en Jerusalén en el siglo IV.

La festividad de hoy, de la que tenemos el primer testimonio en el siglo IV en Jerusalén, se llamaba hasta la última reforma del calendario, fiesta de la Purificación de la Virgen María, en recuerdo del episodio de la Sagrada Familia, que nos narra San Lucas en el capitulo 2 de su Evangelio. Para cumplir la ley, María fue al Templo de Jerusalén, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús, para ofrecer su primogénito y cumplir el rito legal de su purificación. La reforma litúrgica de 1960 y 1969 restituyó a la celebración el título de “presentación del Señor” que tenía al principio: la oferta de Jesús al Padre, en el Templo de Jerusalén, es un preludio de su oferta sacrifical sobre la cruz.

Este acto de obediencia a un rito legal, al que no estaban obligados ni Jesús ni María, constituye una lección de humildad, como coronación de la meditación anual sobre el gran misterio navideño, en el que el Hijo de Dios y su divina Madre se nos presentan en el cuadro conmovedor y doloroso del pesebre, esto es, en la extrema pobreza de los pobres, de los perseguidos, de los desterrados.

El encuentro del Señor con Simeón y Ana en el Templo acentúa el aspecto sacrifical de la celebración y la comunión personal de María con el sacrificio de Cristo, pues cuarenta días después de su divina maternidad la profecía de Simeón le hace vislumbrar las perspectivas de su sufrimiento: “Una espada te atravesará el alma”: María, gracias a su íntima unión con la persona de Cristo, queda asociada al sacrificio del Hijo. No maravilla, por tanto, que a la fiesta de hoy se le haya dada en otro tiempo mucha importancia, tanto que el emperador Justiniano decretó el 2 de febrero día festivo en todo el imperio de Oriente.

Roma adoptó la festividad a mediados del siglo VII, y el Papa Sergio I (687-701) instituyó la más antigua de las procesiones penitenciales romanas, que salía de la iglesia de San Adriano y terminaba en Santa María Mayor. El rito de la bendición de los cirios, del que ya se tiene testimonio en el siglo X, se inspire en las palabras de Simeón: “Mis ojos han visto tu salvación, que has preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones”. Y de este rito significativo viene también el nombre popular de esta fiesta: la así llamada fiesta de la “candelaria”.

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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 02/02/2014 11:55
uana de Lestonnac, Santa
Fundadora, 2 de febrero
 
Juana de Lestonnac, Santa
Juana de Lestonnac, Santa

Fundadora

Martirologio Romano: En Burdeos, en Francia, santa Juana de Lestonnac, la cual, siendo niña, rechazó la invitación y los esfuerzos de su madre para apartarla de la Iglesia católica y, al quedar viuda y después de educar convenientemente a sus cinco hijos, fundó la Sociedad de las Hijas de Nuestra Señora, a imitación de la Compañía de Jesús, para la educación cristiana de las muchachas (1640).

Fecha de canonización: 15 de mayo de 1949 por el Papa Pío XII.
Burdeos. Mediodía de Francia. Fría mañana de 1556. Ricardo de Lestonnac, noble magistrado y consejero del rey, que preside su felicísimo hogar en la calle de Cours de Fossés, recibe del cielo la bendición más anhelada para su corazón: una hija, la primogénita, Juana, que llena con la luz de sus ojos azules y su encanto especial la noble morada.

Juana Eyquen de Montaigne, la noble y feliz castellana, recibe en sus brazos el frágil cuerpecito y lo estrecha contra su corazón. Pero se opone tenazmente a que las aguas del bautismo católico corran por la blanca frente de la niña. Es la voluntad firme del padre la que triunfa en la lucha, y Juanita comienza su vida en el campo del rudo combate familiar, que ha de poner en grave peligro la pureza de su fe.

Historietas malvadas y atractivas, en que salen malparados los sacerdotes y el Vicario de Cristo. Veneno entre mieles de caricias maternas. Ausencia total de la Virgen en sus relatos y en sus charlas. Todo lo que la nueva apóstata calvinista anhela inocular en el tierno corazón de aquella privilegiada criatura, a quien su tío, el célebre filósofo Miguel de Montaigne, llamó sin titubeos " ... bella princesa, albergada en magnífico palacio".

Sus tíos, los señores de Beauregard, se unen a la madre hereje para malear la inocencia de Juana. Miguel, el señor de Montaigne, vela por la guarda de su fe. Y la niña triunfa en la lucha con la firme ayuda de su padre y con la cooperación de Guy, el mayor de los hermanos varones, que cada noche repite en sus charlas fraternales cuanto ha aprendido en el colegio que frecuenta, regentado por los padres jesuitas.

La fe, combatida, acaba por hacerse recia y valiente. La devoción a la Virgen arraiga íntima en su alma, y su anhelo de sacrificar el porvenir brillante que el mundo ofrece cede tal sólo ante la insistencia paterna, que teme los claustros y monasterios del mediodía de Francia, invadidos por la herejía.

¿Será la voluntad de Dios?..., ¿Hablará el cielo por la reiterada petición de Gastón de Montferrant Soldán de la Tray, barón de Landirás y de la Mothe, que sueña por hacerla su esposa y lo ruega insistentemente?

Consciente, creyendo acatar así los designios de Dios, acepta Juana.

Y veinticuatro años de felicísimo matrimonio en el baronesado de Landirás son la respuesta afirmativa a su ambición de hacer siempre lo más perfecto.

Ocho veces es Juana madre. Las tres primeras disfruta breves instantes de sus hijos. Muy pronto vuelan al cielo sus angelitos, dejando el baronesado entero sumido en lágrimas y desolación. Las otras cinco —dos varones y tres hembras— van llenando poco a poco, con su alegría y con sus trinos, las dilatadas posesiones bajo sus desvelos de madre y de santa.

La baronesa, la mujer fuerte que canta la Escritura, les enseña cada día los deberes de la cristiana caridad en las visitas a los pobres, a sus colonos, en la abnegada labor de atender y dar hospitalidad a los mendigos que llaman a sus puertas. No sin razón un día la apellidará el mundo entero "honor y gloria de Francia y de la Iglesia".

La primavera del año 1597 ve colgar en los torreones del castillo crespones enlutados. Gastón de Montferrant, fortalecido con su último viático, ha subido al cielo. Y la mano firme y valiente de la baronesa cierra sus ojos para siempre con profundo dolor, pero con inmensa resignación.

Seis años más tarde, cuando el heredero del baronesado ha seguido a su padre a la Patria, después que su hijo Francisco ha fundado su hogar y Marta y Magdalena se han consagrado a Jesús en las Anunciatas de Burdeos, deja a su pequeña Juanita al cargo de Francisco y de su esposa, ya padres de familia, y ella ingresa en las fuldenses de Tolosa, anhelando tan sólo consagrarse por entero al Señor. La mañana de su partida, saliendo muy temprano de palacio, pretende evitar las despedidas, pero su corazón de madre tiene que desgarrarse al ver llegar y arrojarse sobre su pecho a su benjamina deshecha en llanto y queriendo retenerla en Burdeos, en su casa, con sus bracitos frágiles pero potentísimos.

Viste Juana el santo hábito y su felicidad no encuentra límites. Sin embargo, su palidez preocupa a la Comunidad, y las rigurosas penitencias agotan sus fuerzas por completo. Ella prefiere la muerte antes de ser infiel a su Dios, y, cuando su madre superiora le indica que es preferible seguir la prescripción facultativa y regresar a su castillo de Landirás, la pena la embarga por completo.

Aquella noche, mientras esfuerza su alma en abrazarse con la voluntad de Dios y en aceptar la prueba, una visión celestial la hace ver el abismo del infierno. Caen en él las jóvenes, en espantoso torbellino, y tienden los brazos implorando su auxilio. Sobre el cuadro espantoso se dibuja, magnífica y grandiosa, la imagen de María.

La voluntad de Dios la vence por completo. Y la futura Compañía de María, en beneficio de la juventud femenina, empieza a diseñarse en aquella velada última de un aposento de una novicia fuldense.

Vida de caridad y apostolado en su palacio de Burdeos. Providenciales intervenciones divinas, y revelaciones celestiales a los padres Bordes y Raymond, de la Compañía de Jesús. Horas de luz en que se van plasmando las nuevas reglas, calcadas también en las de San Ignacio. Generosa respuesta a la gracia por parte de las primeras compañeras, y el 11 de mayo de 1608 Burdeos entero, engalanado, presencia la toma de hábito de las cinco primeras religiosas que se ciñen para el combate en la Compañía de la Virgen.

El cardenal De Sourdis, protector en un principio de la Obra, desea más tarde acoplarla a la regla de las ursulinas, y les niega la profesión en mayo de 1610. Pero el 7 de diciembre, en su castillo de Lormont, recibe una gracia particular de la Santísima Virgen, que aboga por sus hijas, y en la festividad de la Inmaculada, en el monasterio de la calle del Ha, recibe la entrega total de la madre santa y de sus primeras compañeras, que son nueve.

Fuerte vendaval de persecución sacude repetidas veces el tierno arbolito. Por eso quizá arraiga más fuertemente. Béziers, Poitiers, Tolosa, Périgueux... Letanía maravillosa que, antes de la partida de la madre al cielo, se desgrana en cuarenta preciosas y florecientes advocaciones... En ellas, jalonando su fecunda producción, sufrimientos y preocupaciones de todas clases. Desde los desprecios de Lucía de Teula, fundadora frustrada de Tolosa, que no escatimó insultos y persecuciones, secreto de la prosperidad de los nuevos palomares de la Virgen, hasta la traición de una de sus hijas, única infiel entre el grupo de sus primeras religiosas, que ingrata a la madre, y cediendo a una tentación ambiciosa, hace llegar hasta el prelado falsas acusaciones e inculcaciones de todas clases.

"La parte que Jesús nos da de su cruz nos hace conocer cuánto nos ama", repite más tarde la santa fundadora. Y, tras un silencio santo y ejemplar, su estancia en Pau, la benjamina de sus fundaciones, llena de admiración a cuantos tienen la dicha de tratarla. Van recibiendo sus últimos maravillosos ejemplos de humildad al verla ocuparse personalmente en las clases de las niñas más pobrecitas... De magnanimidad, de amor al Instituto y a las Reglas, para cuya impresión logran sus hijas bordelesas que regrese a la cuna de la Orden a los setenta y ocho años de edad.

La enamorada de la Eucaristía, la angelical religiosa que tributaba culto tan especial al ángel de su guarda, la hija amantísima de la Iglesia y de la Virgen, a la que consagró su compañía; la madre caritativa y buena, que en épocas de epidemia daba a manos llenas los remedios adquiridos para la Comunidad entre los mendigos y los necesitados, la hija confiada en la providencia del Padre celestial, que vivió siempre pendiente de la Providencia en todas su empresas, el 2 de febrero de 1640, tras rapidísima enfermedad de dos días, rodeada de sus hijas y pronunciando con dulzura celestial los nombres de Jesús, María y José, se durmió tranquilamente en la paz del Señor, en medio de la veneración y el amor de tantas hijas dispersas por las cuarenta casas del Instituto...

...Revolución francesa. Profanación de los restos venerados, enterrándolos cerca de la osamenta de un caballo. Celo y amor de la madre Duterrail, que, al restaurar las casas de Francia, acabada la Revolución, logra, tras afanes inmensos, encontrar sus restos venerados. Y, por fin, transcurridos trescientos años de espera, el 15 de mayo de 1949 la santidad de Pío XII la eleva a la gloria de los altares.

Santa Juana de Lestonnac bendice hoy las ciento quince casas de la Orden de la Compañía de María Nuestra Señora, que, esparcidas por todo el mundo, anhelan vivir intensamente el ideal de su santa madre fundadora: "O trabajar o morir por la mayor gloria de Dios".

 


 
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