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De: campitos0 (Mensaje original) |
Enviado: 26/02/2014 16:48 |
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Miércoles de la séptima semana del tiempo ordinario
Epístola de Santiago 4,13-17. Y ustedes, los que ahora dicen: "Hoy o mañana iremos a tal ciudad y nos quedaremos allí todo el año, haremos negocio y ganaremos dinero", ¿saben acaso qué les pasará mañana? Porque su vida es como el humo, que aparece un momento y luego se disipa. Digan más bien: "Si Dios quiere, viviremos y haremos esto o aquello". Ustedes, en cambio, se glorían presuntuosamente, y esa jactancia es mala. El que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado.
Salmo 49(48),2-3.6-7.8-10.11. Oigan esto, pueblos todos, habitantes del mundo entero, escuchen: gente del pueblo y gente de apellido, ricos y pobres, todos en conjunto.
¿Por qué temer en días de desgracia, cuando me cercan el mal y la traición de los que en su fortuna se confían y hacen prevalecer su gran riqueza?
Mas comprada su vida nadie tiene, ni a Dios puede, con plata, sobornarlo, pues es muy caro el precio de la vida. ¿Vivir piensa por siempre, o cree que no irá a la fosa un día?
Pues bien, verá que los sabios se mueren, que igual perecen el necio y el estúpido, y dejan para otros su riqueza.
Evangelio según San Marcos 9,38-40. Juan le dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.
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Comentario: Rev. D. David CODINA i Pérez (Puigcerdà, Gerona, España)
El que no está contra nosotros, está por nosotros
Hoy escuchamos una recriminación al apóstol Juan, que ve a gente obrar el bien en el nombre de Cristo sin formar parte del grupo de sus discípulos: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo porque no viene con nosotros» (Mc 9,38). Jesús nos da la mirada adecuada que hemos de tener ante estas personas: acogerlas y ensanchar nuestras miras, con humildad respecto a nosotros mismos, compartiendo siempre un mismo nexo de comunión, una misma fe, una misma orientación, es decir, caminar juntos hacia la perfección del amor a Dios y al prójimo.
Esta manera de vivir nuestra vocación de “Iglesia” nos invita a revisar con paz y seriedad la coherencia con que vivimos esta apertura de Jesucristo. Mientras haya “otros” que nos “molesten” porque hacen lo mismo que nosotros, esto es un claro indicio de que todavía el amor de Cristo no nos impregna en toda su profundidad, y nos pedirá la “humildad” de aceptar que no agotamos “toda la sabiduría y el amor de Dios”. En definitiva, aceptar que somos aquellos que Cristo escoge para anunciar a todos cómo la humildad es el camino para acercarnos a Dios.
Jesús obró así desde su Encarnación, cuando nos acerca al máximo la majestad de Dios en la pequeñez de los pobres. Dice san Juan Crisóstomo: «Cristo no se contentó con padecer la cruz y la muerte, sino que quiso también hacerse pobre y peregrino, ir errante y desnudo, quiso ser arrojado en la cárcel y sufrir las debilidades, para lograr de ti la conversión». Si Cristo no dejó pasar oportunidad alguna para que vivamos el amor con los demás, tampoco dejemos pasar la ocasión de aceptar al que es diferente a nosotros en la manera de vivir su vocación a formar parte de la Iglesia, porque «el que no está contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40).
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