La Sabiduría del Dolor
Todos de alguna forma u otra, sufrimos en la vida, nos guste o no.
Cuando aparece el dolor, cuando llega, el sufrimiento por pequeño o grande que sea,
es necesario aceptarlo con paz.
Decimos que el mejor maestro es el dolor y ¿sabe por qué, amigo lector?
Porque nos hace más sensibles y comprensivos ante el dolor ajeno. Quien ha sufrido,
siempre sabrá escuchar, comprender, disculpar.
El dolor nos madura, humaniza, nos hace humildes, nos hace capaz de pedir ayuda y dar consuelo.
Dicen que los ojos que han llorado ven mejor y es muy cierto, las lágrimas limpian el alma
y no le impiden la entrada a Dios en nuestro corazón.
A el maestro dolor debemos tomarlo como una parte de la vida y aprender que es una forma
de irnos madurando, nos hace crecer espiritualmente si sabemos sacarle provecho.
Cuando en nuestra vida todo es plenitud, salud, viajes, etc., no se elevan los ojos al cielo,
todo al suelo, a lo terrenal.
Pero cuando se sufre de soledad, enfermedad, tristeza, vacío del alma, aprendemos a elevar los ojos
hacia nuestro Padre Dios.
La alegría fabricada es mala.
Es como una copa de alcohol que embriaga y hace olvidar por un ratito,
la realidad en que vivimos.
Es necesario aceptar la realidad aunque sea dolorosa.
El dolor nos enseña a amar, a perdonar, a ser humildes.
El dolor es parte de la vida y es el mejor método para madurar.
A/D