Si algo he aprendido fervientemente es lo siguiente: Estando molesto u ofendido, con la sensación de sentirse olvidado o maltratado, suele surgir una necesidad de hablar... pero, cuando más necesidad tengas de hablar con alguien para decirle sus cosas, esa es precisamente la señal de que debes callar y no decir nada. Parece irónico, ¿verdad? Pero es realmente eficaz. Te lo quiero repetir: si tienes muchas ganas de hablar y decirle sus cosas a alguien, entonces calla. Más adelante se sucederá el tiempo de hablar con mayor claridad, y si es que en verdad se requiere. Muchas veces ya ni eso.
Quien necesita dejar las cosas “muy claras” es el ego de la persona, el que quiere demostrar quién tiene la razón, el que quiere ganar. En cambio, el espíritu de un ser humano no necesita nada. Está en paz. Cuando alguien elige vivir su vida andando por un sendero verdaderamente más espiritual, no dice nada. Ni le interesa, ni mucho menos necesita demostrar nada. Comprende que las cosas pasan por algo y ese algo es siempre bueno. Entonces nada que decir, mucho que disfrutar. Es tan breve la vida que no vale la pena discutir por nada. Pero eso solo lo vemos cuando alcanzamos a ver lo breve de la vida. Si supieras con toda certeza que mañana vas a morir –imagínalo—, ¿valdría la pena discutir hoy?