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General: Los Santos de hoy viernes 8 de agosto de 2014
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 09/08/2014 11:48
Los Santos de hoy viernes 8 de agosto de 2014
 Domingo de Guzmán, Santo
Fundador de los Dominicos, Agosto 8
 Maria de la Cruz (María Elena MacKillop), Santa
Fundadora, 8 de agosto
 María Margarita del Sagrado Corazón (María Ana Rosa Caiani), Beata
Fundadora, Agosto 8
 Bonifacia Rodríguez Castro, Santa
Virgen y Fundadora, 8 de agosto
 María del Niño Jesús Baldillou y compañeras, Beatas
Mártires Escolapias, 8 de agosto
 Juan Felton, Beato
Mártir Laico, 8 de agosto
 Cruz Laplana y Laguna, Beato
Obispo y Mártir, 8 de agosto
 Fernando Español Berdié, Beato
Presbítero y Mártir, 8 de agosto
 Antero Mateo García, Beato
Laico Mártir, 8 de agosto
 Eladio (Leoncio) López Ramos, Beato
Sacerdote y Mártir, 8 de agosto
 Manuel Aranda Espejo, Beato
Seminarista Mártir, 8 de agosto
 Mariano Pina Turón, Beato
Sacerdote y Mártir, 8 de agosto 




Domingo de Guzmán, Santo
Fundador de los Dominicos, Agosto 8
 
Domingo de Guzmán, Santo
Domingo de Guzmán, Santo

Sacerdote y Fundador de los Dominicos 
Agosto 8

Martirologio Romano: Memoria de santo Domingo, presbítero, que siendo canónigo de Osma se hizo humilde ministro de la predicación en los países agitados por la herejía albigense y vivió en voluntaria pobreza, hablando siempre con Dios o acerca de Dios. Deseoso de una nueva forma de propagar la fe, fundó la Orden de Predicadores, para renovar en la Iglesia la manera apostólica de vida, mandando a sus hermanos que se entregaran al servicio del prójimo con la oración, el estudio y el ministerio de la Palabra. Su muerte tuvo lugar en Bolonia, el día seis de agosto (1221).

Etimología: Domingo = del Señor. Viene de la lengua latina.

Los Padres Dominicos están hoy de fiesta. Santo Domingo de Guzmán los fundó en el siglo XIII. Durante tantos años han hecho y siguen haciendo un gran bien a la Iglesia en todo el mundo.

El fundador de los Padres Dominicos, que son ahora 6,800 en 680 casas en el mundo, nació en Caleruega, España, en 1171. Su madre, Juana de Aza, era una mujer admirable en virtudes y ha sido declarada Beata. Lo educó en la más estricta formación religiosa.

A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era un jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer libros religiosos, y hacer caridad a los pobres.

Por aquel tiempo vino por la región una gran hambre y las gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus libros (que en ese tiempo eran copiados a mano y costosísimos y muy difíciles de conseguir) y con el precio de la venta ayudó a los menesterosos. A quienes lo criticaban por este desprendimiento, les decía: "No puede ser que Cristo sufra hambre en los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con lo cual podía socorrerlos".

En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por el sur de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones enteras y estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los misioneros católicos estaban empleando era totalmente inadecuado. Los predicadores llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se hospedaban en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la mejor santidad. Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían, eran mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente.

Vio que a las gentes les impresionaba que el misionero fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen ejemplo en todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la verdadera religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total pobreza, y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar con grandes éxitos apostólicos.

Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión. Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por medio de las armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo: "Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a c_onMover y a volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio con la humildad sí se ganan los corazones".

Domingo llevaba ya diez años predicando al sur de Francia y convirtiendo herejes y enfervorizando católicos, y a su alrededor había reunido un grupo de predicadores que él mismo había ido organizando e instruyendo de la mejor manera posible. Entonces pensó en formar con ellos una comunidad de religiosos, y acompañado de su obispo consultó al Sumo Pontífice Inocencio III.

Al principio el Pontífice estaba dudoso de si conceder o no el permiso para fundar la nueva comunidad religiosa. Pero dicen que en un sueño vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de venirse abajo y que llegaban dos hombres, Santo Domingo y San Francisco, y le ponían el hombro y lo volvían a levantar. Después de esa visión ya el Papa no tuvo dudas en que sí debía aprobar las ideas de nuestro santo.

Y cuentan las antiguas tradiciones que Santo Domingo vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo, pero que la Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a interceder ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un desconocido, vestido casi como un pordiosero. Y al día siguiente estando orando en el templo vio llegar al que vestía como un mendigo, y era nada menos que San Francisco de Asís. Nuestro santo lo abrazó y le dijo: "Los dos tenemos que trabajar muy unidos, para conseguir el Reino de Dios". Y desde hace siglos ha existido la bella costumbre de que cada año, el día de la fiesta de San Francisco, los Padres dominicos van a los conventos de los franciscanos y celebran con ellos muy fraternalmente la fiesta, y el día de la fiesta de Santo Domingo, los padres franciscanos van a los conventos de los dominicos y hacen juntos una alegre celebración de buenos hermanos.

En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia.

El gran fundador le dio a sus religiosos unas normas que les han hecho un bien inmenso por muchos siglos. Por ejemplo estas:


Primero contemplar, y después enseñar. O sea: antes dedicar mucho tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después sí dedicarse a predicar con todo el entusiasmo posible. 
Predicar siempre y en todas partes. Santo Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus religiosos sea predicar, catequizar, tratar de propagar las enseñanzas católicas por todos los medios posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde quiera que llegaba empleaba la mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar catecismo. 

La experiencia le había demostrado que las almas se ganan con la caridad. Por eso todos los días pedía a Nuestro Señor la gracia de crecer en el amor hacia Dios y en la caridad hacia los demás y tener un gran deseo de salvar almas. Esto mismo recomendaba a sus discípulos que pidieran a Dios constantemente.

Los santos han dominado su cuerpo con unas mortificaciones que en muchos casos son más para admirar que para imitar. Recordemos algunas de las que hacía este hombre de Dios.

Cada año hacía varias cuaresmas, o sea, pasaba varias temporadas de a 40 días ayunando a pan y agua.

Siempre dormía sobre duras tablas. Caminaba descalzo por caminos irisados de piedras y por senderos cubiertos de nieve. No se colocaba nada en la cabeza ni para defenderse del sol, ni para guarecerse contra los aguaceros. Soportaba los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra. Cuando llegaban de un viaje empapados por los terribles aguaceros mientras los demás se iban junto al fuego a calentarse un poco, el santo se iba al templo a rezar. Un día en que por venganza los enemigos los hicieron caminar descalzos por un camino con demasiadas piedrecitas afiladas, el santo exclamaba: "la próxima predicación tendrá grandes frutos, porque los hemos ganado con estos sufrimientos". Y así sucedió en verdad. Sufría de muchas enfermedades, pero sin embargo seguía predicando y enseñando catecismo sin cansarse ni demostrar desánimo.

Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían: "De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación". Pasaba noches enteras en oración.

Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo.

Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria. A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del Antiguo.

Los que trataron con él afirmaban que estaban seguros de que este santo conservó siempre la inocencia bautismal y que no cometió jamás un pecado grave.

Totalmente desgastado de tanto trabajar y sacrificarse por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió falto de fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos años. Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía. Y el 6 de agosto de 1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían: "Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte", dijo: "¡Qué hermoso, qué hermoso!" y expiró.

A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice 
 
Domingo de Guzmán, Santo
Domingo de Guzmán, Santo
Gregorio IX lo declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: "De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo".

¡Felicidades a quienes lleven este nombre y a los Dominicos y Dominicas!

“Hay silencios que hieren, pero hay palabras que curan”. 



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 09/08/2014 11:49
Maria de la Cruz (María Elena MacKillop), Santa
Fundadora, 8 de agosto
 
Maria de la Cruz (María Elena MacKillop), Santa
Maria de la Cruz (María Elena MacKillop), Santa

Fundadora de las Hermanas de San José y del Sagrado Corazón


Martirologio Romano: En Sydney, en Australia, Santa María de la Cruz (María Elena) Mac- Killop, virgen, que fundó la Congregación de las Hermanas de San José y del Sagrado Corazón, y la dirigió entre múltiples fatigas y vejaciones. († 1909)

Fecha de canonización: 17 de octubre de 2010, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI.


María Helena MacKillop nació en Fizroy, Melbourne (Australia), el 15 de enero de 1842.

Fue bautizada seis semanas después. Su padre, Alejandro, había estudiado en Roma para el sacerdocio pero, a la edad de 29, justamente antes de la ordenación dejó los estudios y decidió emigrar a Australia. Llegó a Sydney en 1838. Su madre, Flora MacDonald, dejó Escocia y llegó a Melbourne en 1840. 

Ellos se casaron en Melbourne el 14 de julio de y durante su matrimonio tuvieron ocho hijos: María Helena (1842-1909), Margaret (Maggie) 1843-1872, John 1845-1867, Annie 1848-1929, Lexie (Alexandrina) 1850-1882, Donald 1853-1925, Alick que murió con tan sólo 11 meses de edad y Peter 1857-1878. 

Donald se haría sacerdote Jesuíta y trabajaría entre los aborigenes en el territorio norteño, y Lexie se hizo monja. 

María, la mayor de los niños, fue educada por su padre y en escuelas privadas. Ella recibió su Primera Comunión el 15 de agosto de 1850 con tan sólo 9 años. En febrero de 1851 Alejandro MacKillop hipotecó su granja y sus herramientas de trabajo y sustento para realizar un viaje a Escocia, mismo que duró unos 17 meses. A lo largo de su vida él fue un padre y marido amoroso, pero lo suyo no era el campo por lo que nunca fue capaz de hacer progesar su granja. Durante muchas oportunidades la familia debió sobrevivir con los pequeños ingreos que los niños podían conseguir.

María empezó a trabajar a la edad de catorce años como empleada en Melbourne y después como maestra en Portland. Para mantener a su necesitada familia aceptó un trabajo como institutriz en 1860 en Penola al sur de Australia. Su trabajo consistía en cuidar y edudar a los niños. Siempre que le era posible estaba dispuesta en ayudar a los pobres, y comenzó a cuidar a los niños de las otras granjas del estado de Cameron. Esto le hizo entrar en contacto con el Padre Julián Tenison Woods, quien era el párroco del territorio Sur Este desde su ordenación sacerdotal en 1857. 

Woods siempre había estado muy preocupado por la falta de educación y, particularmente, la poca formación católica en el sur de Australia. Cuando él inició con su escuela fue elejido Director de Educación, y pronto se volvió, junto con María, en el fundador de las Hermanas de San José que enseñarían en sus escuelas. 

María se quedó durante dos en Penola antes de aceptar un trabajo para enseñar a los niños en Portland, Victoria. Luego habrío su propio internado, Bayview House, y pudo reunirse con el resto de su familia. 

Mientras ella enseñaba en Portland, el Padre Woods, invitó a María y a sus hermanas Annie y Lexie, a ir a Penola para abrir una escuela católica allí. Esa escuela fue inaugurada en 1866 en un establo, mismo que fue adecuado por los hermanos de María, y donde luego las MacKillops comenzaron a educar a más de cincuenta niños. 

En 1867 María se convirtió en la primera Hermana, y madre superiora, de la Orden de las Hermanas de San José recientemente creada, y se mudó al convento en Grote Street Adelaide. 

Dedicada a la educación de los niños del pobres, fue la primer orden religiosa en ser fundada por australianos. Las reglas escritas a por el Padre Woods y María para las Hermanas vivir hacían énfasis en la pobreza, una dependencia total a la Divina Providencia, no podrían tener propiedades personales confiando siempre en que Dios proporcionaría lo necesario, y las Hermanas irían dondequiera que les necesitaran. Las reglas fueron aceptadas por el Obispo Sheil. A finales de 1867 otras diez Hermanas se habían unido a la Orden.

La Madre María MacKillop murió el 8 de agosto de 1909 y fue enterrada en el Cementerio Gore Hill. Después de su entierro las personas comenzaron a tomar tierra de los alrededores de su tumba, por lo que sus restos fueron exhumados y se transferidos, el 27 de enero de 1914, a una bóveda próxima al altar de la Madre de Dios en la nueva Capilla en Mount Street Sydney. La bóveda fue un regalo de Joanna Barr Smith una presbiteriana amiga de toda la vida y admiradora de la obra de la santa.

Después de su muerte, las Hermanas de San José continuaron con el programa de educación y en 1911 se abrió una nueva escuela en Terowie. 

Casi cien años después de la muerte de María MacKillop, las Hermanas todavía están trabajando en muchos pueblos en el Sur de Australia, incluyendo Aldgate en Adelaide Hills.

María fue Beatificada por el Papa Juan Pablo II el 19 de enero de 1995.


 
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