LOS MILAGROS
Los milagros son comparables a las piedras: están por todas
partes ofreciendo su belleza y casi nadie les concede valor.
Vivimos en una realidad donde abundan los prodigios, pero
ellos son vistos solamente por quienes han desarrollado su
percepción. Sin esa sensibilidad todo se hace banal, al
acontecimiento maravilloso se le llama casualidad, se avanza
por este mundo sin esa llave que es la gratitud.
Cuando sucede lo extraordinario se le ve como un fenómeno
natural, del que, como parásitos, podemos usufructuar sin
dar nada a cambio. Mas el milagro exige un intercambio:
aquello que me has dado debo hacerlo fructificar para
los otros. Si no está unido no se capta el portento.
Los milagros nadie los hace ni los provoca, se descubren.
Cuando aquel que se creía ciego se quita los anteojos oscuros,
ve la luz.
Esta oscuridad es la cárcel racional.
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