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General: EVANGELIO DE HOY LUNES 17 DE NOVIEMBRE DEL 2014
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 17/11/2014 23:10
 
 
 
 

 

Lunes de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario

Apocalipsis 1,1-4.2,1-5a. 
Revelación de Jesucristo, que le fue confiada por Dios para enseñar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto. El envió a su Angel para transmitírsela a su servidor Juan. 
Este atestigua que todo lo que vio es Palabra de Dios y testimonio de Jesucristo. 
Feliz el que lea, y felices los que escuchen las palabras de esta profecía y tengan en cuenta lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca. 
Yo, Juan, escribo a las siete Iglesias de Asia. Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de aquel que es, que era y que vendrá, y de los siete Espíritus que están delante de su trono, 
Escribe al Angel de la Iglesia de Efeso: «El que tiene en su mano derecha las siete estrellas y camina en medio de los siete candelabros de oro, afirma: 
"Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia. Sé que no puedes tolerar a los perversos: has puesto a prueba a quienes usurpan el título de apóstoles, y comprobaste que son mentirosos. 
Sé que tienes constancia y que has sufrido mucho por mi Nombre sin desfallecer. 
Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo. 
Fíjate bien desde dónde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior."»



Salmo 1,1-2.3.4.6. 
¡Feliz el hombre 
que no sigue el consejo de los malvados, 
ni se detiene en el camino de los pecadores, 
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor 
y la medita de día y de noche! 

El es como un árbol 
plantado al borde de las aguas, 
que produce fruto a su debido tiempo, 
y cuyas hojas nunca se marchitan: 
todo lo que haga le saldrá bien.

No sucede así con los malvados: 
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos, 
pero el camino de los malvados termina mal. 





Evangelio según San Lucas 18,35-43. 
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. 
Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. 
Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. 
El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". 
Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!". 
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: 
"¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez". 
Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado". 
En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
 

 

 

 
FONDO BY ZARA
 
 
 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 17/11/2014 23:10

Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Tu fe te ha salvado

Hoy, el ciego Bartimeo (cf. Mc 10,46) nos provee toda una lección de fe, manifestada con franca sencillez ante Cristo. ¡Cuántas veces nos iría bien repetir la misma exclamación de Bartimeo!: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» (Lc 18,37). ¡Es tan provechoso para nuestra alma sentirnos indigentes! El hecho es que lo somos y que, desgraciadamente, pocas veces lo reconocemos de verdad. Y..., claro está: hacemos el ridículo. Así nos lo advierte san Pablo: «¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» (1Cor 4,7).

A Bartimeo no le da vergüenza sentirse así. En no pocas ocasiones, la sociedad, la cultura de lo que es “políticamente correcto”, querrán hacernos callar: con Bartimeo no lo consiguieron. Él no se “arrugó”. A pesar de que «le increpaban para que se callara, (...) él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’» (Lc 18,39). ¡Qué maravilla! Da ganas de decir: —Gracias, Bartimeo, por este ejemplo.

Y vale la pena hacerlo como él, porque Jesús escucha. ¡Y escucha siempre!, por más jaleo que algunos organicen a nuestro alrededor. La confianza sencilla —sin miramientos— de Bartimeo desarma a Jesús y le roba el corazón: «Mandó que se lo trajeran y (...) le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» (Lc 18,40-41). Delante de tanta fe, ¡Jesús no se anda con rodeos! Y... Bartimeo tampoco: «¡Señor, que vea!» (Lc 18,41). Dicho y hecho: «Ve. Tu fe te ha salvado» (Lc 18,42). Resulta que «la fe, si es fuerte, defiende toda la casa» (San Ambrosio), es decir, lo puede todo.

Él lo es todo; Él nos lo da todo. Entonces, ¿qué otra cosa podemos hacer ante Él, sino darle una respuesta de fe? Y esta “respuesta de fe” equivale a “dejarse encontrar” por este Dios que —movido por su afecto de Padre— nos busca desde siempre. Dios no se nos impone, pero pasa frecuentemente muy cerca de nosotros: aprendamos la lección de Bartimeo y... ¡no lo dejemos pasar de largo!


 
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