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De: campitos0 (Mensaje original) |
Enviado: 13/01/2015 12:47 |
Martes de la primera semana del tiempo ordinario
Carta a los Hebreos 2,5-12. Hermanos: Dios no ha sometido a los ángeles el mundo venidero del que nosotros hablamos. Acerca de esto, hay un testimonio que dice: "¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que te ocupes de él? Por poco tiempo lo pusiste debajo de los ángeles y lo coronaste de gloria y esplendor. Todo lo sometiste bajo sus pies". Si Dios le ha sometido todas las cosas, nada ha quedado fuera de su dominio. De hecho, todavía no vemos que todo le está sometido. Pero a aquel que fue puesto por poco tiempo debajo de los ángeles, a Jesús, ahora lo vemos coronado de gloria y esplendor, a causa de la muerte que padeció. Así, por la gracia de Dios, él experimentó la muerte en favor de todos. Convenía, en efecto, que aquel por quien y para quien existen todas las cosas, a fin de llevar a la gloria a un gran número de hijos, perfeccionara, por medio del sufrimiento, al jefe que los conduciría a la salvación. Porque el que santifica y los que son santificados, tienen todos un mismo origen. Por eso, él no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice: "Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea".
Salmo 8,2ab.5.6-7.8-9. ¡Señor, nuestro Dios, qué grande es tu nombre en toda la tierra! ¿Qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor; le diste dominio sobre la obra de tus manos. Todo lo pusiste bajo sus pies.
Todos los rebaños y ganados, y hasta los animales salvajes; las aves del cielo, los peces del mar y cuanto surca los senderos de las aguas.
Evangelio según San Marcos 1,21b-28. Jesús entró a Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!". Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
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Comentario: + Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)
Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas
Hoy, primer martes del tiempo ordinario, san Marcos nos presenta a Jesús enseñando en la sinagoga y, acto seguido, comenta: «Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mc 1,21). Esta observación inicial es impresionante. En efecto, la razón de la admiración de los oyentes, por un lado, no es la doctrina, sino el maestro; no aquello que se explica, sino Aquél que lo explica; y, por otro lado, no ya el predicador visto globalmente, sino remarcado específicamente: Jesús enseñaba «con autoridad», es decir, con poder legítimo e irrecusable. Esta particularidad queda ulteriormente confirmada por medio de una nítida contraposición: «No lo hacía como los escribas».
Pero, en un segundo momento, la escena de la curación del hombre poseído por un espíritu maligno incorpora a la motivación admirativa personal el dato doctrinal: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!» (Mc 1,27). Sin embargo, notemos que el calificativo no es tanto de contenido como de singularidad: la doctrina es «nueva». He aquí otra razón de contraste: Jesús comunica algo inaudito (nunca como aquí este calificativo tiene sentido).
Añadimos una tercera advertencia. La autoridad proviene, además, del hecho que a Jesús «hasta los espíritus inmundos le obedecen». Nos encontramos ante una contraposición tan intensa como las dos anteriores. A la autoridad del maestro y a la novedad de la doctrina hay que sumar la fuerza contra los espíritus del mal.
¡Hermanos! Por la fe sabemos que esta liturgia de la palabra nos hace contemporáneos de lo que acabamos de escuchar y que estamos comentando. Preguntémonos con humilde agradecimiento: ¿Tengo conciencia de que ningún otro hombre ha hablado jamás como Jesús, la Palabra de Dios Padre? ¿Me siento rico de un mensaje que tampoco tiene parangón? ¿Me doy cuenta de la fuerza liberadora que Jesús y su enseñanza tienen en la vida humana y, más concretamente, en mi vida? Movidos por el Espíritu Santo, digamos a nuestro Redentor: Jesús-vida, Jesús-doctrina, Jesús-victoria, haz que, como le complacía decir al gran Ramon Llull, ¡vivamos en la continua “maravilla” de Ti!
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