LO INMEDIATO Y LA NOCHE (2)
Y es entonces cuando viene la noche. La noche que nos empobrece
radicalmente. Que al quitarnos la luz, nos arrebata lo inmediato.
La noche que desenjaula todos nuestros miedos, que nos hace sentir
pobres y desprotegidos. Que nos vuelve a hacer creer en el ángel de
la guarda.
Y la noche al quitarnos lo inmediato, vuelve a encender allá arriba, muy lejos,
la luz de las estrellas inmensas. Porque las estrellas necesitan de la oscuridad
para poder brillar. O tal vez seamos nosotros los que necesitamos librarnos de
nuestra jaula luminosa para poder ver esos astros luminosos que estaban allí
brillando desde siempre. La oscuridad nos capacita para ver lo real que brilla
mucho más lejos. Nos ensancha el horizonte a las dimensiones del universo.
Obliga al hombre a emprender el vuelo. La presencia de las estrellas en la
noche ha permitido a los hombres hacerse navegantes o ir tierra adentro.
La oscuridad nos da la oportunidad del silencio y nos capacita para la búsqueda.
Nos obliga a ir tierra adentro y nos invita a adentrarnos en el mar.
Lo fecundo de la noche no está en que nos libera de las cosas inmediatas, sino que
libera en nosotros la capacidad de ver más allá de lo inmediato. Nos obliga a ver
lo exigente más allá de lo útil. Nos hace superar la necesidad y nos hace crecer
hasta el deseo. Por eso nos capacita para la renuncia.
El dolor y la pobreza son fecundos, sólo si nos capacitan para volar.
MANMERTO MENAPACE
|