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DOS GOTAS DE ACEITE.
Un rey envió a su hijo al palacio de un sabio, para preguntarle cuál era el secreto de la felicidad, ya que era el único que lo sabía.
Después de mucho recorrer, el joven príncipe llegó al palacio del sabio. Allí observó una multitud de gente que entraba y salía.
Cuando lo recibe el sabio, le dice que en dos horas no puede atenderle y le envía a darse un paseo por los salones del palacio, llevando en la mano una cuchara en la que ha derramado dos gotas de aceite y con la advertencia de que procure no derramarlas.
El joven recorre el palacio con la vista fija en la cuchara y al pasar las dos horas, regresa junto al sabio, quien le pregunta qué le parecieron las maravillas de su palacio. Él responde que no las ha visto ya que iba pendiente de las gotas de aceite.
El sabio le dice que, antes de hablar con él, tiene que observar el palacio pues no debe confiar en un hombre sin saber antes cómo es el lugar donde vive y que regrese al cabo de otras dos horas.
En este nuevo recorrido el príncipe se deleitó con melodías de las mejores orquestas, probó los más exquisitos manjares, se maravilló
con cuadros y tapices, vio hermosos jardines y disfrutó de fantásticos paisajes y dos horas después, regresó extasiado ante el sabio... pero sin las dos gotas de aceite que se le habían derramado sin darse cuenta.
El sabio, entonces, le dice: "El secreto de la felicidad, está en disfrutar de todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse en ningún momento de las dos gotas de aceite de la cuchara."
Paulo Coelho
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