Las cosas que jamás se recuperan
Cuando llegaron al borde del río, el maestro arrojó una moneda
de oro al fondo.
El discípulo, creyendo que se trataba de un manantial de los deseos,
se dispuso a hacer lo mismo, pero la mano del sabio detuvo su acción:
- "Nunca olvides que existen cuatro cosas que jamás se recuperan:
UNA PIEDRA...
después de haberla lanzado.
UNA PALABRA...
después de haberla dicho.
UNA OPORTUNIDAD...
después de haberla perdido.
Y EL TIEMPO...
después de que ha pasado".
Durante un tiempo ambos callaron y vieron pasar el agua, un agua que nunca más volvería...
El discípulo, inmerso en este pensamiento, se atrevió a romper el silencio:
-"¿Por qué has arrojado algo tan valioso al río, maestro? No le veo sentido..."
-"Para que recuerdes que esta lección no tiene precio"- dijo el maestro.
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