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Da: campitos0 (Messaggio originale) |
Inviato: 13/04/2015 17:41 |
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Serafino Morazzone, Beato
Sacerdote, 13 de abril Por: Gianpiero Pettiti | Fuente: santiebeati.it
Sacerdote diocesanoMartirologio Romano: En Chiuso, Lecco (Italia), Beato Serafino Morazzone, sacerdote de la arquidiócesis de Milán. ( 1822)
Fecha de beatificación: 26 de junio de 2011, bajo el pontificado de S.S. Benedicto XVIEl Padre Serafino Morazzone fue beatificado casi dos siglos después de su muerte. Es otro "Cura de Ars", se dijo a él, con la diferencia de que este es muy italiano y menos conocido que el otro, aunque entre los dos hay una extraordinaria armonía humana y espiritual.
De origen humilde, ya que su familia es pobre y numerosa. Su padre tiene un pequeño negocio revendiendo cereales y vive en un modesto apartamento en Milán, en el distrito de Brera, allí es donde el 1 de febrero de 1747 nace Serafino. Dado que desea ser sacerdote pero carece del dinero para pagar los estudios, los jesuitas lo acogen gratuitamente en el colegio de Brera.
Aceleradamente, como se acostumbraba entonces, este chico humilde, sencillo y fiel a sus compromisos va realizando las distintas etapas de su formación sacerdotal: a los 13 años recibe la sotana, a los 14 la tonsura, a los 16 las dos primeras órdenes menores. A los 18 años, para pagar sus estudios, trabaja de acólito en la Catedral: por diez libras al mes, por la mañana presta servicio al altar y por la tarde estudia teología. Así por casi ocho años, siempre fiel, puntual, cortés y sonriente.
A los 24 años recibió las restantes órdenes menores y dos años más tarde, una sorpresa, le hacen concursar por Chiuso, en Lecco, una pequeña parroquia que en esos tiempos tenía 185 habitantes y a la que nadie aspira. Ganó el concurso, pero aun no es sacerdote, por lo que en un mes recibió el subdiaconado, el diaconado y la ordenación sacerdotal y al día siguiente ya está establecido en Chiuso, donde permanecerá por 49 años, es decir, hasta su muerte.
Fue su deseo permanecer allí, ya que cuando le ofrecen parroquias más importantes o cargos más honorables, él siempre indicaba que prefería seguir siendo tan sólo "el buen cura de Chiuso", parroquia de la que no se apartará jamás. Testigos presenciales certificaron las largas horas que permanecía de rodillas en la iglesia parroquial y las interminables que permanecía en el confesionario para recibir a los penitentes. Obviamente no sólo los suyos, sino también los que acudían de todo Lecco y zonas vecinas.
En Chiuso como ocurría también en Ars- se hacen largas colas para confesarse con el "beato Serafino", como le llamaban sus contemporáneos, Morazzone tan sólo se considera un pobre pecador, infinitamente necesitado de la misericordia de Dios y las oraciones de los demás. Sus oraciones obtienen milagros, pero él no se da cuenta, pero él no se da cuenta, ocupado tratando de no descuidar a ni uno solo de sus feligreses. Si alguien está enfermo lo va a visitar en la tarde o por la noche, si no podía hacerlo de día, y así todos los días, hasta cuando se curan o cierran para siempre los ojos. Sus visitas no tan sólo eran para llevarles el consuelo de la religión sino que incluso los mejores alimentos y todo aquello que le es regalado lo reparte entre los pobres y enfermos, incluso llega a regalar su colchón, comodidad de la que prescindió durante mucho tiempo porque nadie se dio cuenta de aquel gesto de caridad.
A los más pequeños, además del catecismo, les enseña a leer y contar, en una especie de escuela que abrió en la casa parroquial, tal vez por recordar lo que él mismo tuvo que luchar cuando de niño quería estudiar.
Murió el 13 de abril de 1822.
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Hermenegildo, Santo
Mártir, 13 de abril Por: .José Gros y Raguer | Fuente: Multimedios.org
Mártir
Martirologio Romano: En Tarragona, ciudad de Hispania, hoy España, san Hermenegildo, mártir, que, siendo hijo de Leovigildo, rey arriano de los visigodos, se convirtió a la fe católica por mediación de san Leandro, obispo de Sevilla. Recluido en la cárcel por disposición del rey, al haberse negado a recibir la comunión de manos de un obispo arriano, el día de la fiesta de Pascua fue degollado por mandato de su propio padre. (†586)
Fecha de canonización: En 1585 por el Papa Sixto V.
Breve Biografía
Primogénito del rey visigodo Leovigildo, profesa la religión de sus padres —el arrianismo— hasta que, bajo la influencia de su esposa y de San Leandro, Obispo de Sevilla, se convierte al catolicismo. Ante la persecución desencadenada por su padre contra los católicos, le declara la guerra en el año 582. Vencido y hecho prisionero por Leovigildo, muere mártir de su fe en 585. — Fiesta: 13 de abril.
El reino visigodo alcanza su apogeo con Leovigildo, que asocia al gobierno a sus dos hijos, Hermenegildo y Recaredo, con el fin de asegurar la continuidad de la monarquía en su propia familia. Quizá ello fue causa de muchas conjuraciones surgidas durante su reinado, en el seno de la nobleza, las cuales fueron reprimidas con mano firme. Recuérdese que la monarquía visigoda era electiva teóricamente, siguiendo un principio germánico.
Leovigildo era un guerrero afortunado y un hábil político, y no cejó en su empeño.
La aspiración fundamental del gran rey visigodo era la unidad política, y creía que la sola base sólida de ésta estaba en la unidad religiosa.
No andaba equivocado en tal visión; pero sí lo anduvo en el enfoque de la unidad religiosa a base del arrianismo.
Los visigodos vinieron a España arrianos. Ésta fue la gran tragedia de su monarquía y la gran tragedia de España.
La diferencia de religión ahondó y exacerbó la que había entre dominadores y dominados, desde el punto de vista étnico. Los primeros, germánicos; los segundos, hispano-romanos en su inmensa mayoría.
La diferencia de religión impidió la fusión espiritual de los dos pueblos, y aun su simple soldadura.
De haber venido los invasores católicos o paganos, el hermanamiento perfecto se hubiese realizado pronto y fácilmente. Recuérdese la conversión masiva de los franceses en los tempranos días de Clodoveo...
La tragedia se proyectó ampliamente sobre nuestra Historia, la cual hubiese sido muy otra con la unidad católica del reino visigodo, realizada a tiempo, y no con una tardanza y una premiosidad que no permitieron solidificarla y convertirla en muro infranqueable a la invasión musulmana, fruto directo de la fragilidad de la política y de las rencillas intestinas de los godos.
Repitámoslo: Leovigildo —que había dado unos pasos hacia la unidad política sometiendo a los vascones y a los suevos, y estructurando una admirable obra legislativa— se equivocó al querer unificar a la nación en el arrianismo... Perdió miserablemente un tiempo precioso.
En la misma Casa real había una católica: Ingunda, hermana del rey de Austrasia, Childeberto II, que en el año 579 se había casado con Hermenegildo.
En cambio, su abuela Godsuinta, casada en segundas nupcias con Leovigildo, intentó por todos los medios que abrazara el arrianismo, sin éxito alguno.
Para terminar con aquel malestar doméstico, Leovigildo decide que el matrimonio Hermenegildo-Ingunda se traslade a Sevilla, donde el monarca necesita un representante de toda confianza.
Allí los dos vivirán en paz, y quizá ella ceda algún día.
Lo que sucedió fue que Hermenegildo, en la paz familiar y rodeado de una corte adicta, fue penetrando en la auténtica doctrina cristiana.
Su corazón de esposo amante acepta las insinuaciones de Ingunda, que le llevan a tratar frecuentemente con el entonces Obispo de Sevilla, San Leandro. A través de este trato llega al conocimiento de la falsedad del arrianismo, que niega dogmas tan fundamentales como la divinidad de Jesucristo, y la naturaleza de la Santísima Trinidad, viendo cómo la verdad está en toda su plenitud en el catolicismo.
Es entonces cuando abjura el arrianismo para abrazar la fe católica, tomando en su bautismo el nombre de Juan. Mientras tanto, Leovigildo había intensificado sus esfuerzos para conseguir a toda costa la unidad religiosa en el arrianismo. Para ello reúne un Concilio de obispos arrianos en Toledo, que facilita —con el reconocimiento de la validez del bautismo católico— la apostasía, exigiendo sólo la confesión de una fórmula trinitaria herética. Mas como esto no basta para atraer a los católicos, una tenaz persecución se desencadena contra ellos.
En este estado de cosas, la noticia de la conversión de Hermenegildo llega a Toledo, consiguiendo exasperar a su padre que, instigado por Godsuinta, intensifica sus iras para contrarrestar el movimiento hacia el catolicismo que podía seguirse de aquel hecho. Mas todo fue inútil. En la provincia Bética todos los ciudadanos, compactamente, se agrupan en torno a Hermenegildo, en quien ven al defensor de sus ideales religiosos y políticos.
La postura de aquellos católicos se hace belicosa, imponente. El príncipe —aunque seguramente no sin tortura interior— se lanza a la guerra contra su padre. Es la libertad de los católicos en la profesión de sus creencias la que está en juego, muchas ciudades y castillos se han declarado en favor de Hermenegildo, a la vez que sus embajadores buscan la ayuda de los suevos, de los francos y bizantinos, todos ellos pueblos católicos.
Pero Leovigildo no está dispuesto a tolerar la rebelión de su hijo, e inicia una afortunada campaña, conquistando Cáceres y Mérida; y cortando el paso a los suevos y sobornando al general bizantino, deja a Hermenegildo sin una preciosa ayuda, del todo necesaria para sus planes bélicos.
El príncipe se prepara para la defensa; pone a salvo a su mujer y a su hijo en territorio bizantino, y al frente de los suyos resiste heroicamente en Sevilla hasta que, caída la ciudad, escapa a Córdoba, donde se acoge al asilo de un templo.
Parece que aquí es donde interviene su hermano Recaredo, que le ofrece, en nombre de su padre, la conservación de la vida, si se entrega.
Acepta Hermenegildo quien, convertido en prisionero, va a parar a Tarragona, en cuya cárcel es coaccionado para que abrace nuevamente el arrianismo. No cede la firmeza del príncipe, que se mantiene fiel a su fe, muriendo asesinado, en el mismo calabozo, al negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano.
Sucedía esto en el año 585, y no se hizo esperar el fruto de aquella sangre vertida en defensa de la fe católica. Antes de un año, en el 586, fallecía Leovigildo recomendando a su hijo Recaredo que se convirtiese al catolicismo, cosa que hizo inmediatamente.
Y a los cuatro años del martirio de Hermenegildo, todo el pueblo visigodo abjuraba solemnemente el arrianismo, con lo que se conseguía aquella unidad que Leovigildo tanto deseara.
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