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General: EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 3 DE JUNIO DEL 2015
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 03/06/2015 19:23

 

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Miércoles de la novena semana del tiempo ordinario

Libro de Tobías 3,1-11a.16-17a. 
Con el alma llena de aflicción, suspirando y llorando, comencé a orar y a lamentarme, diciendo: 
"Tú eres justo, Señor, y todas tus obras son justas. Todos tus caminos son fidelidad y verdad, y eres tú el que juzgas al mundo. 
Y ahora, Señor, acuérdate de mí y mírame; no me castigues por mis pecados y mis errores, ni por los que mis padres cometieron delante de ti. 
Ellos desoyeron tus mandamientos y tú nos entregaste al saqueo, al cautiverio y a la muerte, exponiéndonos a las burlas, a las habladurías y al escarnio de las naciones donde nos has dispersado. 
Sí, todos tus juicios son verdaderos, cuando me tratas así por mis pecados, ya que no hemos cumplido tus mandamientos ni hemos caminado en la verdad delante de ti. 
Trátame ahora como mejor te parezca: retírame el aliento de vida, para que yo desaparezca de la tierra y quede reducido a polvo. Más me vale morir que vivir, porque he escuchado reproches injustos y estoy agobiado por la tristeza. Líbrame, Señor, de tanta opresión, déjame partir hacia la morada eterna y no apartes de mí tu rostro, Señor. Es preferible para mi la muerte, antes que ver tanta opresión en mi vida y seguir escuchando insultos". 
Ese mismo día sucedió que Sara, hija de Ragüel, que vivía en Ecbátana, en Media, fue insultada por una de las esclavas de su padre. 
Porque Sara se había casado siete veces, pero el malvado demonio Asmodeo, había matado a sus maridos, uno después de otro, antes de que tuvieran relaciones con ella. La esclava le dijo: "¡Eres tú la que matas a tus maridos! ¡Te has casado con siete y ni uno solo te ha dado su nombre! 
Que tus maridos hayan muerto no es razón para que nos castigues. ¡Ve a reunirte con ellos y que jamás veamos ni a un hijo ni a una hija tuyos!". 
Aquel día, Sara se entristeció mucho, se puso a llorar y subió a la habitación de su padre, con la intención de ahorcarse. Pero luego pensó: "¿Y si esto da motivo a que insulten a mi padre y le digan: "Tú no tenías más que una hija querida, y ella se ha ahorcado por sus desgracias"? No quiero que por culpa mía mi anciano padre baje a la tumba lleno de tristeza. Mejor será que no me ahorque, sino que pida al Señor que me haga morir. Así no oiré más insultos en mi vida". 
Entonces, extendiendo los brazos hacia la ventana, Sara oró de este modo: "¡Bendito seas, Dios misericordioso, y bendito sea tu Nombre para siempre! ¡Que todas tus obras te bendigan eternamente! 
A un mismo tiempo, fueron acogidas favorablemente ante la gloria de Dios las plegarias de Tobit y de Sara, 
y fue enviado Rafael para curar a los dos: para quitar las manchas blancas de los ojos de Tobit, a fin de que viera con ellos la luz de Dios, y para dar a Sara, hija de Ragüel, como esposa a Tobías, hijo de Tobit, librándola del malvado demonio Asmodeo. Porque Tobías tenía derecho a ser su esposo, antes que todos los demás pretendientes. En aquel mismo momento, Tobit volvía de patio al interior de su casa, y Sara, hija de Ragüel, bajaba de la habitación alta. 



Salmo 25(24),2-4a.4b-5ab.6-7bc.8-9. 
Dios mío, yo pongo en ti mi confianza; 
¡que no tenga que avergonzarme 
ni se rían de mí mis enemigos!
Ninguno de los que esperan en ti 
tendrá que avergonzarse: 
se avergonzarán los que traicionan en vano.

Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador.
Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor, 
porque son eternos.

Por tu bondad, Señor, 
acuérdate de mi según tu fidelidad.
El Señor es bondadoso y recto: 
por eso muestra el camino a los extraviados;
él guía a los humildes para que obren rectamente 
y enseña su camino a los pobres.




Evangelio según San Marcos 12,18-27. 
Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso: 
"Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: 'Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda'. 
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. 
El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero; 
y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer. 
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". 
Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios? 
Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo. 
Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? 
El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error". 


 

 

 

 

 

 

 

 

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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 03/06/2015 19:24

Comentario: Pbro. D. Federico Elías ALCAMÁN Riffo (Puchuncaví - Valparaíso, Chile)

No es un Dios de muertos, sino de vivos

Hoy, la Santa Iglesia pone a nuestra consideración —por la palabra de Cristo— la realidad de la resurrección y las propiedades de los cuerpos resucitados. En efecto, el Evangelio nos narra el encuentro de Jesús con los saduceos, quienes —mediante un caso hipotético rebuscado— le presentan una dificultad acerca de la resurrección de los muertos, verdad en la cual ellos no creían.

Le dicen que, si una mujer enviuda siete veces, «¿de cuál de ellos [los siete esposos] será mujer?» (Mc 12,23). Buscan, así, poner en ridículo la doctrina de Jesús. Mas, el Señor deshace tal dificultad al exponer que, «cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos» (Mc 12,25). 

Y, dada la ocasión, Nuestro Señor aprovecha la circunstancia para afirmar la existencia de la resurrección, citando lo que le dijo Dios a Moisés en el episodio de la zarza: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob», y agrega: «No es un Dios de muertos, sino de vivos» (Mc 12,26-27). Ahí Jesús les reprocha lo equivocados que están, porque no entienden ni la Escritura ni el poder de Dios; es más, esta verdad ya estaba revelada en el Antiguo Testamento: así lo enseñaron Isaías, la madre de los Macabeos, Job y otros.

San Agustín describía así la vida de eterna y amorosa comunión: «No padecerás allí límites ni estrecheces al poseer todo; tendrás todo, y tu hermano tendrá también todo; porque vosotros dos, tú y él, os convertiréis en uno, y este único todo también tendrá a Aquel que os posea a ambos».

Nosotros, lejos de dudar de las Escrituras y del poder misericordioso de Dios, adheridos con toda la mente y el corazón a esta verdad esperanzadora, nos gozamos de no quedar frustrados en nuestra sed de vida, plena y eterna, la cual se nos asegura en el mismo Dios, en su gloria y felicidad. Ante esta invitación divina no nos queda sino fomentar nuestras ansias de ver a Dios, el deseo de estar para siempre reinando junto a Él.


 
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