TRES JUEVES HAY EN EL AÑO
QUE RELUCEN MAS QUE EL SOL:
JUEVES SANTO, CORPUS CHRISTI
Y EL DIA DE LA ASCENSIÓN.
Hoy es la fiesta del "Corpus" y el Día de la Caridad. El Corpus Christi y la Caridad, son aspectos de la misma realidad, que mutuamente se iluminan. La Eucaristía es Caridad y lleva a la caridad.
Cuando sacamos por nuestras calles en procesión la Hostia Sagrada, el Cuerpo de Cristo, estamos reafirmando nuestra opción por Él; estamos reafirmando la actitud cristiana de respeto y tolerancia, la mirada positiva a toda persona, sin exclusiones, sin racismo ni xenofobia. Unidas las manos y el corazón.
Por eso cuando en la oración que Cristo nos enseñó le pedimos al Padre, "Danos el pan cada día", esta petición nos tiene que hacer reflexionar, caer en la cuenta en la generosidad tan grande que Dios tiene para con todos los hombres, la generosidad de la madre naturaleza..., pero quien tiene que responder con la misma generosidad somos nosotros. No sólo se nos pide que seamos generosos, para repartir el pan de la economía, sino el pan de la justicia, el pan de la dignidad, el pan de la paz, el pan del amor, porque las personas que están privadas de comer este pan necesitan ser saciados de panes especiales, porque en la medida que seamos capaces de repartir esos panes especiales estaremos luchando para que cada ser humano que habita este mundo pueda sentirse libre, pueda disfrutar de sus derechos fundamentales. En definitiva, pueda desarrollarse como persona en su más amplio sentido.
Por eso, cuando hablamos de compartir es algo más que repartir. En el Día de la Caridad además de "preparar bien la colecta y obtener buenos resultados" también tenemos que estar atentos a los problemas y necesidades de todos los hombres, preferentemente de los más pobres y marginados. Como consecuencia de esa vida "también se reparte: nuestros bienes son de todos". Y a pesar de esto hay muchas personas que como el joven del cartel del Día de la Caridad de este año da las gracias por aceptarlo pero aceptarlo tal y como es: sin querer hacerlo a nuestra imagen y semejanza. Por eso cuando nos toca aceptar a otra persona nos supone mucho esfuerzo ponernos en su lugar y olvidarnos del nuestro, nos cuesta mucho esfuerzo dejar de ser protagonistas para que el protagonismo lo asuma Él.
Nadie puede decir que sea tan pobre como para no poder compartir algo, y nadie puede decir que es tan rico que no tiene nada que recibir... A través del intercambio cultural, económico y social, todos tienen que salir ganando. De esta forma podemos esperar un futuro en el que no haya ni amos ni servidores, ni ricos ni pobres, ni norte ni sur, sino personas capaces de relacionarse con los demás con un espíritu de respeto y de fraternidad universal.
Martin Nkafu Nkemnnkia, filósofo y teólogo de Camerún.
María José Navarro