LA ESPIGA Y LA VIDA
La misión de la espiga no es ser el lugar definitivo para la semilla.
Cada semilla debe asumir la vida de una manera tan suya y personal,
que pueda vivirla independientemente de la espiga en la que maduró.
Toda semilla que quiera cumplir con su vocación de vida, y con su
misión por los demás, debe aceptar la deschalada y el desgrane.
Sólo si ha asumido su vida en plenitud y de una manera personal,
será capaz de seguir viviendo después de la desgranada. Y así
podrá incorporarse al gran ciclo de la siembra nueva.
Si su vida es auténtica y acepta hundirse en el surco de la tierra
fértil, su lento germinar en el silencio aportará al sembrado nuevo
una planta absolutamente única, pero que unida a las demás,
formará el nuevo maizal.
No es el maizal el que valoriza la identidad de las plantas.
Es el valor irreemplazable de cada planta en su riqueza y
fecundidad lo que valoriza el maizal.
No es la sociedad nueva la que creará los hombres nuevos.
Son los hombres nuevos quienes formarán la nueva sociedad.
MAMERTO MENAPACE
monje benedictino y escritor argentino
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