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General: Santoral de hoy Domingo 1 de Noviembre del 2015
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 01/11/2015 20:29
Santoral 

Fiesta de Todos los Santos
Celebramos a las personas que han llegado al cielo, conocidas y desconocidas. 1 de noviembre ...


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 01/11/2015 20:29
Fiesta de Todos los Santos


Celebramos a las personas que han llegado al cielo, conocidas y desconocidas. 1 de noviembre


Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net 



Este día se celebran a todos los millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean desconocidos para nosotros. Santo es aquel que ha llegado al cielo, algunos han sido canonizados y son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.

Comunión de los santos

La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.

Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.

Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es el 1ro. de noviembre.

Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.
Se puede aprovechar esta celebración para hacer un plan para alcanzar la santidad y poner los medios para lograrlo:

¿Como alcanzar la santidad?

- Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
- Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
- Acercándonos a los sacramentos.

Un poco de historia

La primera noticia que se tiene del culto a los mártires es una carta que la comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de Filomelio, comunicándole la muerte de su santo obispo Policarpo, en el año156. Esta carta habla sobre Policarpo y de los mártires en general. Del contenido de este documento, se puede deducir que la comunidad cristiana veneraba a sus mártires, que celebraban su memoria el día del martirio con una celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de los mártires

La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las tumbas de los mártires, grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todos ellos en Roma.

Las historias de los mártires se escribieron en unos libros llamados Martirologios que sirvieron de base para redactar el Martirologio Romano, en el que se concentró toda la información de los santos oficialmente canonizados por la Iglesia.

Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable sin llegar al martirio, es decir, los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla del asunto, narrando la historia de los santos que no habían alcanzado el martirio corporal, pero sí confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron condenas de cárcel por Cristo.

Más adelante, aumentaron el santoral con los mártires de corazón. Estas personas llevaban una vida virtuosa que daba testimonio de su amor a Cristo. Entre estos, estánsan Antonio (356) en Egipto y san Hilarión (371) en Palestina. Tiempo después, se incluyó en la santidad a las mujeres consagradas a Cristo.

Antes del siglo X, el obispo local era quien determinaba la autenticidad del santo y su culto público. Luego se hizo necesaria la intervención de los Sumos Pontífices, quienes fueron estableciendo una serie de reglas precisas para poder llevar a cabo un proceso de canonización, con el propósito de evitar errores y exageraciones.

El Concilio Vaticano II reestructuró el calendario del santoral:

Se disminuyeron las fiestas de devoción pues se sometieron a revisión crítica las noticias hagiográficas (se eliminaron algunos santos no porque no fueran santos sino por la carencia de datos históricos seguros); se seleccionaron los santos de mayor importancia (no por su grado de santidad, sino por el modelo de santidad que representan: sacerdotes, casados, obispos, profesionistas, etc.); se recuperó la fecha adecuada de las fiestas (esta es el día de su nacimiento al Cielo, es decir, al morir); se dio al calendario un carácter más universal (santos de todos los continentes y no sólo de algunos).

Categorías de culto católico

Los católicos distinguimos tres categorías de culto:
- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.

- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.

- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.

Todos llamados a ser santos
Novena de oración por nuestros difuntos

Catholic.net ha organizado, juntamente con diversos conventos y casas de religiosos y religiosas, una novena de oraciones por todos los Fieles Difuntos, con adoraciones, oraciones, el rezo del rosario, y una intención especial en la Santa Misa el día 2 de noviembre celebrada por sacerdotes amigos de Catholic.net que se han sumado a nuestra primer Novena de los Fieles Difuntos.

Únase a nuestras oraciones, y envíenos los nombres de los difuntos a quienes usted desea que encomendemos. Tendremos un recuerdo especial para ellos durante los nueve días previos a la fiesta de los Fieles Difuntos el día 2 de noviembre. Si desea enviarnos los nombres y sus intenciones es muy sencillo, rellenando el formulario en nuestro sitio Novenas Catholic.net (click aquí) Nosotros enviaremos estos nombres e intenciones a los diversos conventos y casas de religiosos y religiosas, y sacerdotes diocesanos que se han sumado a esta Novena de los Fieles Difuntos.


Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 01/11/2015 20:30

Rupert Mayer, Beato

Se opuso al nazismo, 1 Noviembre


Por: n/a | Fuente: Iberopuebla.edu.mx 



El P. Rupert Mayer s.j. fue una persona que supo sostener sus convicciones. Al terminar la educación secundaria indicó a su padre que él deseaba ser jesuita. Como él le pidiera que se ordenara antes de sacerdote, estudió filosofía y teología. Ordenado, durante un año se desempeñó como Vicario en una parroquia. Ingresó a la Compañía en el Noviciado de Feldkirch, Austria, el 1 de octubre de 1900.  Más tarde él mostraría igual firmeza en la oposición al Movimiento Nacional Socialista de Adolfo Hitler.

El Padre Mayer fue destinado en 1912 a Munich y ahí dedicó el resto de su vida. Respondía a las necesidades de la gente moviéndose en la ciudad en búsqueda de empleos para los cesantes. Reunía alimento y ropa, y buscaba trabajos y casas. 

El campo de su acción cambió al entrar Alemania en la Primera Guerra mundial. El P. Ruper Mayer ingresó al ejército como voluntario. Primero fue capellán en un Hospital y después acompañó a los soldados en las campañas de Francia, Polonia y Rumania. Se distinguió por su valor al animar a los soldados que estaban en las primeras líneas de las batallas. Fue condecorado, por su valentía, con la Cruz de Hierra en diciembre de 1915. Su permanencia en el ejército terminó abruptamente cuando su pierna izquierda fue  malamente herida el 20 de diciembre de 1916, debiendo ser amputada.

Él regresó a Munich, donde la gente sufría las consecuencias de la guerra. Y una vez más, el infatigable jesuita se movió entre la población tratando de ayudar a todo el que tuviera necesidad. Como Asesor de la Congregación Mariana de hombres debió multiplicar su trabajo al aumentar extraordinariamente el número de congregantes y tener que predicar hasta 70 veces en el mes. Él introdujo las Misas dominicales en los terminales ferroviarios para conveniencia de los viajeros. Si Munich hubiera sido una única parroquia, él, sin duda, era el párroco de todos.

Cuando los Movimientos comunista y socialista crecieron, el P. Rupert Mayer asistió a sus “meetings” e incluso participó con sus sermones contradiciendo a los oradores, sosteniendo los principios católicos y mostrando lo que él veía de equivocado en lo que los otros decían. De una manera especial se opuso a los esfuerzos que hacían los partidarios de Hitler para llevarlo al poder. Y él siempre sostuvo que un católico no podía dar su nombre al Nacional Socialismo. Pero más que una instancia política, la suya era una respuesta a lo que él veía de mal.

Con la designación de Hitler como Canciller del Reich, en enero de 1933, comenzó en casi toda Alemania el movimiento contra las iglesias y las escuelas católicas. Y el P. Mayer usó el púlpito de la iglesia jesuita de San Miguel, en el centro de Munich, para denunciar la persecución.

El 16 de mayo de 1937 la Gestapo le ordenó terminar con sus predicaciones en público, porque ella no podía seguir tolerando su influencia cada día mayor entre el pueblo. Él obedeció, excepto en lo que se refería al interior del templo, donde continuó predicando. Fue arrestado el 5 de junio y puesto en prisión, la primera de tres veces. Estuvo en la Prisión de Stadelheim hasta que el tribunal, seis semanas después, le suspendió la sentencia.

Los Superiores, entonces, le pidieron cautela, pero él continuó defendiendo en el púlpito a la Iglesia de los ataques de los Nazis. Y de nuevo fue arrestado y la sentencia le fue diferida por varios meses, hasta que una amnistía general lo dejó libre. Regresó a Munich y, en pequeños grupos continuó su trabajo.

Los Nazis lo arrestaron de nuevo el 3 de noviembre de 1939, a pesar  de que él tenía ya 63 años de edad. Y lo enviaron al campo de concentración de Oranienburg-Sachsenhausen, cercano a Berlín. Después de siete meses en ese campo, su salud empezó a deteriorarse, tanto que hasta los oficiales a cargo del campo temieron por su vida. Y ellos no querían hacer un mártir de ese popular sacerdote. Lo llevaron entonces a la Abadía benedictina de Ettal, en los Alpes bávaros, donde quedó confinado hasta que los soldados americanos lo liberaron en mayo de 1945.

El Padre Rupert Mayer volvió de inmediato a Munich y reasumió su ministerio sacerdotal en la iglesia de San Miguel. Pero los años pasados en prisión lo habían debilitado en gran manera.

El 1 de noviembre de 1945, en la fiesta de Todos los Santos, sufrió un fuerte ataque cardíaco mientras celebraba la Misa en su iglesia de San Miguel. Perdió el conocimiento y murió poco después.

Su causa de canonización empezó en marzo de 1950 y fue beatificado el 3 de mayo de 1987 por el Papa Juan Pablo II en el Estadio Olímpico de Munich.



 
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