El cansancio de la vida
¿Quién no ha sentido en algún momento de su vida tristeza,
amargura o resentimiento?
Nadie escapa a estos sentimientos, y el sentirlos de vez en cuando
es normal, es parte de nuestra naturaleza humana.
Llorar es bastante sano cuando se trata de un acontecimiento eventual,
el llanto es parte de la liberación. Pero ¿qué pasa cuando estas emociones
quedan alojadas en nuestro corazón de manera permanente?...
¿cuando el dolor, la amargura y la tristeza representan nuestra propia
personalidad?
Hoy en día los males provenientes del corazón son muy comunes:
los rompimientos familiares, la frustración, la represión, el fracaso
y lo que llamaríamos "el cansancio de vida" se apodera de nosotros
cuando vemos que a pesar de nuestro esfuerzo, las cosas "nunca funcionan",
"todo nos sale mal" porque "la vida ha sido muy injusta con nosotros".
Es entonces cuando el resentimiento, la autocompasión y la tristeza
pueden quedar instalados en nuestro corazón de manera permanente.
Esta actitud hace que todo en la vida lo veamos a través de un "cristal empañado",
es decir, nuestra perspectiva de vida se torna gris, ya no vemos la belleza de la vida,
los buenos momentos se vuelven indiferentes ante nosotros, dejamos ir
oportunidades y empezamos a crear una realidad falsa al creer que "nadie nos
quiere" o "todos quieren hacerme daño", nuestra visión actúa y distorsiona todo
desde nuestro cristal empañado.
El guardar por mucho tiempo esta actitud o este sentimiento, además de prolongar
nuestro sufrimiento, nos trae como consecuencia enfermedades derivadas
de "un corazón triste"
Ningún medicamento, dieta o ejercicio pueden evitar o curar enfermedades
si no nos conectamos con la alegría de vivir, con el amor a la vida.
La alegría es la única medicina para un corazón que revive constantemente
en su presente las heridas del pasado.
Sin la alegría, nuestra vida se frena, nuestros pasos se alentan,
ya no queremos saber de nada.
Estamos tan deprimidos y con un constante dolor de piernas, que ya no podemos
dar un paso más. Sufrimos también a causa de nuestra soledad por tener
nuestro corazón cerrado al amor. No sabemos darlo, mucho menos recibirlo.
Seguimos sufriendo porque las pastillas no son suficientes para un corazón
que frena el amor, que lo tiene por esencia, pero no lo deja salir
(se ahoga y se asfixia hasta morir).
De "Semillas de Vida"
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