SOLEDAD
Cuando abatido dejo mi casa
y al campo salgo, triste y sombrío,
tal vez me quedo mirando al río,
tal vez que me quedo mirando al mar:
como esa linfa que pasa y pasa,
fueron mis dichas y mis venturas;
como esas olas mis amarguras;
que van y vienen sin descansar.
Mudo y absorto, solo y errante,
ya en mí se cifra mi vida entera:
nadie se cuida, nadie se entera
de los suspiros que al viento doy.
Ya no me queda ni un pecho amante
que con sus penas mis penas junte.
Ni un dulce labio que me pregunte
de dónde vengo ni adónde voy.
FEDERICO BALART
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