TU PADRE
El cuarto nombre que el profeta le atribuye al Niño
es el “Padre Eterno”. Como Jesús tan claramente
lo indicara, Dios es nuestro Padre, no meramente
nuestro creador. Pero tenemos que adquirir por
cuenta propia la conciencia de este hecho.
En quinto lugar recibimos el que quizás es el
nombre más grande de todos, “Príncipe de la Paz”.
Piensa en lo que la perfecta paz del alma
–si pudieras alcanzarla- significaría para ti.
Si tu alma estuviera realmente en paz,
¿qué podría ir mal en tu vida? Si tan sólo
tuvieras paz en tu alma, ¿en verdad crees
que tu cuerpo podría enfermarse?
Dada una auténtica paz del alma,
cuán fácil resultaría encontrar tu verdadero
lugar en el mundo, lo cual significaría prosperidad
y felicidad. Cuán fácil, rápida y eficientemente
ejecutarías tu trabajo. Una vez hayas alcanzado
la verdadera paz del alma, habrás hecho posible
que el Niño te enseñe cosas nuevas,
totalmente allende el alcance de tu comprensión actual.
“Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite
sobre el trono de David y sobre su reino,
disponiéndolo y confirmándolo en juicio
y en justicia desde ahora y para siempre.” (Isaías 9:7).
En vista de la posibilidad de que a espíritus más débiles,
a los temerosos y los incrédulos y los deprimidos,
les resulte imposible creer que estas buenas nuevas
sean ciertas, el Profeta afronta el asunto con
una afirmación definitiva:
“El cielo de Jehová de los ejércitos hará esto.” (Isaías 9:7).
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