Pese a que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento están literalmente llenos de presencias y actuaciones angélicas, la existencia de los ángeles no constituye dogma de fe en la religión cristiana, ni siquiera en la confesión católica, aunque sí ocupan un papel importante en su liturgia. El Credo no los menciona y no faltan jerarcas de la Iglesia que han mostrado sobre ellos posturas displicentes rayanas en el escepticismo. Sin embargo el Papa Juan XXIII – denominado precisamente pastor angélico en la famosa profecía de San Malaquías sobre los papas – manifestó en más de una ocasión que los ángeles le ayudaron en sus difíciles labores diplomáticas, exhortando siempre a los oyentes de sus charlas radiofónicas a que no abandonaran la devoción del ángel de la guarda. Juan XXIII hablaba con frecuencia sobre su ángel guardián, llegando a afirmar que fue él quien le sugirió la idea de convocar el Concilio Vaticano II. Tal vez como consecuencia de este impuso dado a la devoción angélica por Juan XXIII, su sucesor Pablo VI promulgó la encíclica Opus Sanctorum Angelorum, documento que trata de potenciar la creencia en los ángeles y de posibilitar así la colaboración entre ángeles y hombres para la mayor gloria de Dios.
Ante el furor despertado en la actualidad por los ángeles, dentro de la llamada Nueva Era, mi impresión es que la jerarquía eclesiástica se está manteniendo a la expectativa. ¿Se trata en realidad de una moda pasajera? ¿o de un signo más de que los tiempos se están acelerando y de que debemos tomar de una vez conciencia del mundo espiritual, de la trascendencia de nuestras vidas y de la importancia de vivirlas plena y conscientemente a fin de lograr extraer de nuestro paso por este mundo la enseñanza esencial que Dios nos tiene destinada? Sin duda los ángeles nos pueden ayudar en esto, ¡Pidámosle su ayuda!.