EL DERECHO DE CONCIENCIA
Hemos vivido centenares de vidas anteriores a la que ahora estamos viviendo. Fuimos un átomo, fuimos una gota de agua, fuimos vegetal, mineral, animal y hombre. En nuestra etapa humana hemos sido hombre o mujer muchas veces. Hemos pertenecido a todos los niveles sociales y en cada uno de esos niveles, hemos aprendido las lecciones propias del nivel.
Si hoy somos personas que vivimos rodeados de las ventajas, comodidades y adelantos modernos, es porque lo hemos merecido en nuestra trayectoria. Cada objeto que poseemos por herencia, por compra o por regalo, lo tenemos ahora, porque en alguna vida anterior aprendimos a usarlo y nos habituamos a . La imagen de ese objeto es ya un reflejo en nuestro Subconsciente y a menos que nosotros mismos la disolvamos, el objeto lo tendremos siempre con nosotros. Ese u otro igual.
Este derecho adquirido se llama, en el lenguaje metafísico, "El Derecho de Conciencian. Significa que no es posible poder jamás, ni es posible que se nos pueda robar un objeto cualquiera, ni una joya, ni un dinero. Absolutamente nada. ¿Cómo se puede perder ni ser robada una imagen que está grabada en nuestro Sub-consciente? No es posible.
Es parte de la Cuarta Ley de la Creación; de ella dijo Jesús: "No os alleguéis tesoros en la tierra donde los ladrones las hurtan y el moho destruye. Antes allegaos tesoros en el cielo, donde el moho no puede destruirlo ni los ladrones los pueden hurtar". La creencia general es que esto significa que debemos coleccionar virtudes y despreciar las posesiones terrenas, pero no es así. El Maestro expuso la Ley en esas palabras, añadiendo: "Porque donde está tu tesoro está tu corazón". Ya sabemos lo que El quería decir con la palabra "corazón"; además la frase como El la dijo, era: "Porque lo que está en tu corazón es tu tesoro". Fue mal traducida y adulterada cuando la pasaron del idioma arameo (en que hablaba Jesús) al latín.
Cuando a ti se te extravía algún objeto de tu posesión, cuando se te pierde algo por la calle y cuando algo te sea robado, con sólo recordar el hecho de que tú posees lo tienes por Derecho de Conciencia; que está grabado en tu Subconsciente y esta imagen no te la pueden quitar ni la puedes perder, basta para que el objeto aparezca intacto. Alguien te lo devuelve, lo encuentras tú mismo o reciben un regalo de un objeto similar. Sin ningún esfuerzo para ti volverá a tus manos de ahora en adelante, porque ya conoces la Ley. No la olvides. No te angusties ni le temas a los ladrones. Tu pensamiento en ese respecto se convierte en positivo y no se te puede acercar alguien con intención de hurtar. Te recomiendo hacer la prueba la próxima vez que extravíes algo. Declara: "Nada que es mío por derecho de conciencia puede perderse o ser robado". Luego, da las gracias por el inmenso don que se nos ha conferido en una Ley tan sabia. Cuando el objeto vuelva a tus manos, lo cual no tardará en suceder, vuelve a dar las gracias.
Mi maestro decía que el que conoce la Ley del Derecho de Conciencia y la practica hasta formar de ella su concepto, puede dejar en medio de una calle transitada un billete de alta denominación, y nadie lograría verlo. Al día siguiente lo volvería a encontrar en el mismo sitio.
Para lo cual es necesario tener el concepto ya formado y la imagen del temor a los ladrones totalmente disuelta. Yo sé que la primera vez que empleé la Ley, únicamente por obediencia y sin tener la convicción sembrada en mí, estaba en Nueva York y dejé mis anteojos olvidados en un taxi. Al llegar a la casa me di cuenta de que los había perdido, y como venía de la clase de metafísica con la lección fresca en la mente, declaré al instante la Verdad: "Nada que es mío por Derecho de Conciencia se puede perder. Mis anteojos volverán a mí. Ellos están en el sitio que les corresponde: frente a mis ojos".
Pasaron cuatro días y me llamaron de la Conserjería para que bajara a hablar con un chauffeur de taxi que me buscaba.
—Señora, ¿serán suyos estos anteojos? —me preguntó al verme, extendiéndome los lentes.
—Sí, son los míos. ¿Cómo se le ocurrió a usted que eran míos?
—Mire usted qué cosa tan extraña la que me ha sucedido. Los taxistas tenemos que entregar en la oficina todo objeto olvidado por si lo reclama el cliente que lo dejó. Yo no pude decidirme a entregar estos anteojos. Como en la oficina quedan anotados todos los recorridos que hacemos cada día, yo me impuse la tarea de visitar a cada cliente que conduje ese día. He tenido que hacerlo fuera de horas de trabajo, por supuesto, y por eso me he tardado cuatro días hasta encontrarla a usted. Esto jamás me ha sucedido. ¡Unos lentes corrientes! Le di una buena recompensa y se me quedó grabada la ley desde ese momento.
Sin mis anteojos no veía claro, no podía escribir, se interrumpía el ritmo de mi vida. Este mínimo detalle alteraba el ritmo de una serie de otras cosas que afectaban a terceros. El Universo está basado en el orden y la armonía entre todas sus partes.
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