Te doy gracias, Señor,
porque has querido que, mis ojos,
se abrieran una vez más para contemplar
las grandezas de tu amor y las maravillas del mundo.
He descansado, Señor, y ahora quisiera
pedirte algunas cosas:
Dame seguridad en mis pasos.
¿Seré capaz de permanecer firme en tu amor?
Concédeme alegría en lo que hago.
¿Mantendré la sonrisa a pesar de los tropiezos?
Infúndeme ilusión en el trabajo.
¿Seré consciente de que colaboro contigo
en la perfección del mundo?
Te doy gracias, Señor,
porque has abierto mis ojos a la luz,
porque has querido, que un día más,
despierte para alabar y bendecir tu nombre
porque has permitido que, aún pudiendo dormir
para siempre, hoy me levantase como hijo tuyo
para seguir pregonando tus hazañas.
¡Gracias, Señor!
Ayúdame a enderezar mis ideas equivocadas.
Inspírame para reconducir mis caminos torcidos.
Aliéntame para reconvertir mi vida mal interpretada.
Sólo Tú, Corazón de Jesús,
eres capaz de alcanzarme esa paz que,
por mi mismo, no conquisto.
La serenidad que necesita mi vida interior.
La sinceridad que me exige mi conciencia.
La verdad que reclaman los que me observan y rodean.
¡Gracias, Señor!
Este día, amanecido con la alborada de la fe,
sea para mí una llamada a permanecer cerca de Ti
como Tú, Señor, lo estás también unido a mí.
Amén.