ACEPTAME COMO SOY
Acepto algunas diferencias individuales en cuanto lo social, laboral, académico, financiero, recreativo, religioso, etc., siempre y cuando, no contraríen nuestros planes generales como familia y pareja. Las diferencias son normales y deben ser toleradas, pero no están por encima de los intereses familiares. Como tampoco los caprichos de una minoría puede estar por encima de los derechos de una mayoría. En esto hay una lógica. Mis intereses personales son válidos mientras me benefician, sin perjuicio de otros. Debo subordinar mis deseos, impulsos, cuando transgredió la armonía marital o familiar. Aquí no cabe eso de que “así soy, así me conociste, así me aceptaste”. En aquella oportunidad, cuando nos conocimos éramos solteros o divorciados, pero no convivíamos ni teníamos compromisos como casados. El escenario, cambió, igual que el estado civil. Por lo tanto, ahora, debo asumir mi nuevo rol de casado o concubino. Igual que modifico mis hábitos diarios cuando adquiero un compromiso laboral, después de estar desempleado, también debo respetar el compromiso de pareja, al abandonar el rol de soltero.
Esto puede aplicarse a ciertas actividades recreativas, expresiones emocionales, preferencias gastronómicas, religiosas, vocaciones profesionales, metas financieras, actividades deportivas, literatura, música, etc. Pero “acéptame como soy” no aplica para comportamientos desconsiderados, pasatiempos individuales donde se excluye frecuentemente a la pareja y familia, decisiones que afectan al núcleo familiar- sin consulta general-, conductas desmoralizantes, adicciones y vicios, trabajomanía, comportamientos deshonestos y desleales, etc. A veces, el descaro llega a niveles intolerables cuando sostienen... “tú sabías que yo era picaflor cuando me conociste... ¿qué vas a reprocharme ahora?”. Entonces, también sería válido que la mujer le replicara... “tú también me conociste en el bingo a las 2 AM... así que acepta también mis llegadas a casa, a altas horas de la madrugada”. ¿Verdad que tales argumentos son inmaduros? Se caen por su propio peso. Al cambiar el estatus marital y las condiciones, cambian también ciertos hábitos y se adquieren nuevos compromisos.
“Acéptame tal como soy” no aplica para aquellos hábitos donde se excluye generalmente a la pareja o familia, ejemplo, llegar a casa directo a ver televisión sin compartir previamente. Utilizar horas extras diariamente para esparcimientos personales, cuando hay crisis marital o familiar. Justificar comportamientos descalificadores, avalados en esquemas paternales (tú sabes que soy -igual de gritón, dominante, grosero, mujeriego- que mi papá). Convierten los hábitos de sus ancestros en la perfecta excusa para conductas impropias, como si estuvieran condenados a repetir la misma historia. ¿Nacimos para repetir los mismos errores, las mismas experiencias y sinsabores de nuestros padres... o estamos aquí para proporcionarnos una mejor calidad de vida a nosotros y a nuestros hijos? Imagine a su propio hijo justificando sus faltas graves en base a usted ¿Le gustaría? Imagine a su hija casada descuidando sus tareas domésticas, amparada en que usted como madre también las descuidó. Una cosa es comprender, y otra muy distinta es justificar. “Puedo comprender las costumbres de tus padres, y lo que aprendiste, pero no por ello toleraré aquellos hábitos que deterioran nuestra convivencia”. Si tu mamá dejaba los trastes sucios durante días, eso no significa que yo aceptaré lo mismo de ti. Entiendo tus hábitos, pero sólo aceptaré aquellos que beneficien nuestra relación. Igual aplica para el hombre o la mujer.
“Acéptame tal como soy”... es -a veces- una frase acomodaticia. Se usa para adoptar posturas personales que contravienen la buena convivencia en familia. Ser un apático, distraído, inexpresivo, poco afectivo, un adicto al hipismo, loterías, al trabajo, a las salidas frecuentes con amistades... no son rasgos o condiciones que se heredan genéticamente. Se copian, se aprenden, se adquieren por imitación a modelajes ante figuras parentales u otras, pero no constituyen en modo alguno un justificativo. Somos libres de modificar y cambiar. De hecho, lo normal en la especie humana es su variabilidad. Las generaciones van transformándose continuamente. No en vano, hay cambios evidentes. Lo inadmisible es justificarse y usar membretes personales para persistir en conductas irregulares, contraindicadas en matrimonios funcionales. Tú eres como quieres ser. Escoge los mejores rasgos de tus padres, amistades y personajes que admiras. No te escudes en los defectos ajenos para justificar los tuyos, ni menos para exigir que te acepten tal cual. Tus defectos son tan temporales como tú desees. Conserva aquellas características personales que te benefician a ti, y a tus seres queridos. Lo demás, es pretexto. ¿Tú eres dueño de tu conducta o esclavo de tus impulsos?