COL FERMENTADA PARA TRASTORNOS DIGESTIVOS
Las primeras referencias se remontan al 3000 a. C., cuando los obreros, que hicieron la muralla china, la consumían; su receta fue transmitida a Europa poco después, tras la invasión del pueblo chino. Actualmente los alemanes y algunos países del este de la Europa la usan y consideran que su origen es divino.
Su conservación es durante largo tiempo y puede considerarse una buena fuente de la vitamina C. Es muy rico en minerales como el calcio, hierro, fósforo, magnesio, vitaminas A, tiamina, riboflavina
Es muy rica en ácido láctico, elemento muy importante para las bacterias del estómago e intestinos, éste actúa como un gran agente enzimático que favorece las digestiones, mejora la asimilación de los nutrientes (no olvidemos que, por ejemplo, algunas anemias pueden deberse a una mala flora intestinal), e impide desarreglos intestinales como el estreñimiento y la diarrea.
Evita intoxicaciones de todo tipo, activa la eliminación de ácido úrico, activa la formación de orina.
Aumenta la vitalidad.
Mantiene sanos el cabello, la piel y articulaciones.
Previene el cáncer y otras enfermedades degenerativas.
Muy bueno para activar el funcionamiento del páncreas y el hígado.
Impide el aumento de leucocitos en sangre tras ingerir carne (por eso lo usan los alemanes al comer salchichas) y además favorece la descomposición de las proteínas de la carne en aminoácidos (elementos más simples que son absorbidos).
Lo mejor es elaborarlo uno mismo, ya que el que venden lleva más química.
CÓMO HACERLA:
Trocear la col (repollo o lombarda) y echarla en un bote de cristal. Se le pueden añadir también trocitos de zanahoria, bayas de enebro, semillas de hinojo, se le pone agua mineral hasta cubrirla por completo, una cucharita de sal marina y un chorro de vinagre (si tenemos ácido láctico lo sustituiremos por el vinagre). Se tapa con una tapa, pero no hermético, porque al fermentar sale líquido (lo podemos usar ya para curarnos porque es ácido láctico) y podría estallar el envase, poner debajo un plato para esto y dejarlo en un sitio oscuro, ni muy frío ni muy caliente (a unos 22 grados centígrados). A los cinco-siete días ya lo podemos comer, sólo o mezclado con ensalada, no se debe cocinar o calentar porque destruiríamos sus propiedades enzimáticas. Guardarlo en el frigorífico hasta su total consumo.