EL PODER TRANSFORMADOR DE UN MASAJE
El masaje siempre ha despertado un gran interés en las personas. La razón se debe a que el tacto es nuestra forma de comunicación más íntima. Y no es para menos. La piel, el órgano más grande del cuerpo, compuesto por millones de receptores nerviosos, informa al cerebro de las más mínimas sensaciones que captan del mundo externo.
Es precisamente a través de esta estimulación que el ser humano busca satisfacer una necesidad básica: tocar y ser tocado.
La medicina alopática o tradicional está aceptando con más convicción los aportes de las terapias alternativas, entre ellas el masaje en sus diferentes versiones.
En el campo de la medicina estética, es ya conocido que los médicos tratantes recomienden a sus pacientes sesiones de drenajes linfáticos para acelerar el proceso de recuperación del organismo. Como terapeuta puedo agregar que, sin temor a equivocarme, este mismo tratamiento aplicado en forma pre-operatoria, ofrece excelentes beneficios que preparan y armonizan a la persona para la intervención.
En este sentido, estudios realizados por el Instituto para la Investigación del Tacto de la Universidad de Miami, han demostrado que si bien no se puede asegurar que el masaje cura las enfermedades, está claro que contribuye a estimular los mecanismos naturales del organismo para acelerar la sanación.
Las experiencias en las escuelas de Gran Bretaña y Suecia indican al año 2000 como el inicio de la práctica del masaje con el objeto de mejorar el rendimiento escolar. La Asociación para el Masaje en las escuelas del Reino Unido aplicó el experimento con el apoyo de padres, docentes y estudiantes, que más tarde darían fe de los resultados positivos de la experiencia. La variedad de manipulaciones corporales en las cuales el experto hace uso de igual cantidad de técnicas para aplicarlos, acompañándose de aromas, música y colores entre otros elementos, están dirigidas fundamentalmente a rescatar a la persona de los estragos de la rutina diaria y propiciar el reencuentro con su cuerpo y mente.
Al mismo tiempo el terapeuta desarrolla su creatividad y calidad de servicio, haciendo uso de sus manos, antebrazos, codos, pies, palabra, respiración y todo aquel conocimiento que sea en beneficio del paciente. Es por ello que la belleza del masaje radica en esa experiencia transformadora, que involucra tanto al que recibe, como al que ofrece. Es un intercambio de energías que profundiza y trasciende las relaciones humanas, tanto físicas como espirituales. Es la misma que involucra los sentidos, las emociones, las creencias, el conocimiento, los haberes y los deberes, convirtiéndolo en un momento mágico cuando se trabaja con generosidad y comprensión hacia los semejantes.