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De: albita (Mensaje original) |
Enviado: 22/11/2009 09:44 |
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Ojalá que en tu mundo grande se cuele mi imagen pequeña. Entre tus sueños, cuando desnudo dormites, y en tus impuestos delirios de grandeza.
Cuando más tranquilo te creas, haré mi aparición, vestida con los tules de la sorpresa. Bajo el agua en el baño, frente al espejo si te afeitas. A la hora del desayuno, al mirar hacia la calle desde la ventana afín a tu mesa.
Cuando te caigas, y levantarte suponga tarea extrema. Cuando observes como ido la luna y creas verme sentada en ella. Cuando la soledad te alcance y te asfixie entre sus zarpas negras.
Ojalá que tu piel me reclame cuando tu mente menos lo espera y te duela el quemante deseo y hasta las cenizas de aquella querencia. Ojalá que el eco de una risa, escuchada tras ajena puerta, provenga el llanto a tus ojos y a tu alma la tristeza.
Ojalá que mi nombre, que en tu boca sabía a copla y fiesta, te taladre los sentidos, cuando de noche reposes, en el albor de tu almohada, la cabeza.
Cuando departas con tus amigos, cuando ciñas la cintura de alguna mujer morena. Cuando el vacío te impulse a llamarme, mientras la cobardía altanera te frena.
Y sabes que no soy malvada. Te dirás: “Si ella conmigo siempre fue buena ¿por qué se me desata hoy, como punzantes alfileres, por el cauce de mis venas, condenándome a esta amarga nostalgia, envenenada de acidulada pena?”
Y tan alto esplendor que buscaste, para el que demás estaba yo, y mucho menos mi párvula estrella, ojalá se te eclipse cuando me pienses y, con la herida de par en par abierta, comprendas que fuiste tú, sólo tu, quien lápida pusiste al cielo que prometía aquella historia perfecta.
Trini reina
| ALBA 2009 | | |
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De: Marti2 |
Enviado: 24/11/2009 03:21 |
¡Calla, poeta!
No lo repitas, que no te creo; poeta! Pregonero del amor. Adepto de los idilios. Me niego a ponerle ése nombre que ensalzas, a ésta dulce tortura que padezco.
¡No te empeñes, trovador! No llames amor a lo que por ella siento. Sólo es una oscura pasión. Ternura que de mis entrañas brota y sin aquiescencia de mis manos se desprende. ¿Amor? No, de él reniego.
No insistas poeta ¡Márchate a otros lares con tu cantata! Que mi corazón no está herido por las saetas del amor. Sólo sufro unas ganas desaforadas de verla reír siempre. Un afán por borrar la huella del llanto en su mirada. Un delirio que en mi mente, cual obsesión, clavó sus zarpas. ¿Amor? No, de él reniego.
¡No me exhortes, poeta! Que no estoy de ella enamorado. Que sólo es un sueño que pretende asediarme, mientras, yo maldigo éstas ansias de abrazarla. Éste anhelo de mujer que me golpea, desde la piel hasta el alma. Éste capricho del cuerpo, que, por momentos, al cielo me eleva, o, al infierno me arrastra.
¿Amor? No, de él reniego...¡Aparta de mí tu insidiosa balada! Que no la amo, rapsoda, seduce otros oídos con el azúcar de tus palabras. Llévate lejos de mí esas odas, que como cantos de sirenas, aspiran a que claudique y me postre; ante ésta locura que me desarma…
Trini Reina
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