YA NO QUIERO SEXO CON MI PAREJA
Los trastornos del deseo sexual pueden ser considerados primarios (nunca ha habido apetito) o secundarios (después de un período de deseos), de manera global (en todas las situaciones) o situacional (algunos casos), según su aparición y características.
Pero, antes de precipitarse a concluir que se trata de un problema, debemos revisar las condiciones inherentes a la interrelación de pareja, en su aspecto sentimental, íntimo, emocional (depresiones), afectivo, e incluso su historial sexual (disfunciones, fallas menores ocasionales, gratificaciones, frustraciones). La inapetencia y apatía sexual, por tiempo prolongado (meses y años), pueden desajustar la estabilidad de la pareja, al generar dudas, sospechas, desconfianza, disgusto ante la indiferencia y supuesto rechazo erótico, más aun cuando se acompaña de silencio, en vez de explicaciones y solicitud de orientación profesional de un terapeuta. Puede ser legítimo y válido tu argumento de la abstinencia, pero aún así, es necesaria la comunicación y decisión de hacer algo al respecto. Cualquiera puede tener momentos de desgano, y permanecer así durante meses y años, mientras sea soltera (o), pero al convivir en pareja, afectas directamente a la persona amada, condenándola a inmerecidas frustraciones sexuales, por tu inacción. No vale la pena correr riesgos innecesarios (malestar, discusiones, depresiones, desconfianzas, etc) habiendo opciones.
Uno de los primeros factores a evaluarse es la condición afectiva: ¿hay amor o no? No cariño, ni aprecio, sino amor. Luego, revisar el estado emocional de ambos. Ante las continuas discrepancias, acompañadas de reproches ofensivos y violencia verbal y/o física, pueden quedar hondas huellas psicológicas (hostilidad reprimida, decepciones crónicas, depresiones), que inhiben el deseo sexual. La terapia psicológica es lo indicado en estos casos, pues son los pleitos maritales mal encaminados, los verdaderos responsables de tal abstinencia. No son disfunciones sexuales.
La historia sexual de ambos como pareja, es el otro factor a considerar, porque mientras las gratificaciones sexuales aumentan el deseo, las frustraciones, en cambio, lo deprimen. Nadie en su sano juicio le provoca hacer el amor, con un historial plagado de insatisfacciones eróticas, excepto que sea con una pareja distinta. La inhibición del deseo está vinculada con los fracasos sexuales. Por ello, debe revisarse y superarse, antes de proceder al reinicio de la vida sexual. De hecho, pueden haber muchos factores saboteadores, e involuntarios: desconocimiento de técnicas de estimulación, precalentamientos breves, eyaculación precoz, disfunción eréctil, dificultades de excitación y orgásmicas en la mujer, coitos mecanizados carentes de afecto, sexo por compromiso conyugal, ejercicio sexual con dolor (dispareunia), etc. Las frecuentes masturbaciones individuales, pueden representar temor a fallar en pareja, alivian la ansiedad (en ciertos casos) pero sabotean los coitos y el deseo de intimar en pareja, al quedar genitalmente descargados y “satisfechos”.
La disminución de la hormona masculina (testosterona) provoca disminución del apetito sexual (sea en machos o hembras). El alcohol en dosis bajas aumenta el deseo, pero lo deprime en altas dosis, produciendo inclusive baja potencia. Por otro lado, inhiben el deseo: los narcóticos, algunos fármacos antihipertensivos, algunos agentes neurotóxicos, la diabetes, las enfermedades cardíacas y coronarias (por la depresión), el envejecimiento, los trastornos endocrinos, los problemas hepáticos y renales, enfermedades debilitantes (las malignas). Todas estas variantes deben analizarse también como causantes de ese letargo sexual, antes de formular reclamos de reclamo. Es comprensible que el mismo sujeto ignore la existencia de algún trastorno físico o efectos bloqueadores de fármacos en su organismo, razón por la cual, se recomiendan exámenes de salud anuales, o por malestares e inhibición del deseo.
Conviene mostrar una actitud positiva frente a problemas de esta naturaleza, y alentar a la búsqueda de ayuda profesional, antes que enfrascarse en acusaciones y confrontaciones. Generalmente estas apatías del deseo son producto de otros conflictos maritales o trastornos de salud, y no un capricho personal. Son contados los casos de abstinencia e indiferencia temporal para herir a la pareja. Lo imperdonable es la negligencia frente al problema, porque ello -si constituye- un intención de frustrar a la pareja. En otras palabras, “comprendo que padezcas de inhibición, pero ello no te exime de buscar solución”. Si optas por cruzarte de brazos, amparado en que sufres de inapetencia involuntaria, y te niegas a buscar solución, tendré derecho a disgustarme y reclamarlo, amen de otras medidas. No cuestiono lo que te sucede, sino actitud evasiva, porque me condenas a mi también a la frustración.
El sexo no es lo más importante en la relación de pareja, pero es un componente valioso, que los une y acerca, facilitando la entrega de afecto y amor. Las largas abstinencias son contraindicadas. Ante un trastorno del deseo sexual, ambos deben buscar ayuda profesional del terapeuta.
SALUDOS…ADRY