El
otro día, una persona
joven me preguntó:
¿Qué
se sentía ser viejo?
Me
sorprendió mucho,
ya
que no me consideraba
vieja.
Cuando
vio mi reacción, inmediatamente
se apenó, pero le
explique que era una
pregunta interesante…
Y
después de reflexionar,
concluí que hacerse
viejo es un regalo…
Soy
la persona que quiero
ser…
Algunas
veces me desespero al
ver mi cuerpo, las
arrugas, los ojos con
ojeras, la celulitis.
Y
a menudo me sorprendo
de la persona que
vive en mi espejo.
Pero
no me preocupo por
esas cosas por mucho
tiempo.
No
cambiaría mi amada
familia,
ni
a mis sorprendentes
amigos, ni mi maravillosa
vida,
por
menos cabellos canosos
y un estómago plano.
Me
he convertido en mi
amiga.
No
me regaño por no
hacer mi cama, o
por comer esa galleta
extra…
Estoy
en mi derecho de
ser un poco desordenada,
ser extravagante y oler
las flores.
He
visto algunos queridos
amigos irse de este
mundo, antes de haber
disfrutado la libertad
que viene con hacerse
viejo.
¿A
quién le interesa si escojo leer o jugar en la computadora hasta las
4 de la mañana y después dormir hasta quién sabe qué hora?
Bailaré
conmigo al ritmo de
esos maravillosos acordes
de los 50´s y
60´s.
Y
si después deseo llorar
por algún amor perdido...
¡Lo haré!
Caminaré
por la playa con
un traje de baño
que se estira sobre
un cuerpo regordete
y haré un clavado
en las olas dejándome
ir, a pesar de
las miradas de compasión
de las que usan
bikini.
Ellas
también se harán viejas,
si
tienen suerte...
Sé
que algunas veces soy
olvidadiza, pero me
acuerdo de las cosas
importantes.
A
través de los años
mi corazón ha sufrido…
Por
la pérdida de alguien
querido, por el
dolor de un niño,
o por ver morir
a mi mascota.
Pero
es el sufrimiento lo
que nos da fuerza,
lo que nos hacer
crecer.
Un
corazón que no se
ha roto, es estéril
y nunca sabrá de
la felicidad de ser
imperfecto.
Me
siento orgullosa por
haber vivido lo suficiente
para que mis cabellos
se vuelvan grises y
por conservar la sonrisa
de mi juventud,
antes
de que aparezcan los
surcos profundos en
mi cara.
Cuando
se envejece,
es
más fácil ser positivo.
Te
preocupas menos de lo
que los demás puedan
pensar.
Ahora
bien,
para
responder a la pregunta,
con
sinceridad puedo decir:
¡Me
gusta ser vieja,
porque
me ha dado mi libertad!
Me
gusta la persona en
la que me he convertido.
No
voy a vivir para
siempre,
pero
mientras esté aquí,
no
perderé tiempo en lamentarme
por lo que pudo
ser,
o
preocuparme de lo que
será.
Trataré
de…
Amar
sencillamente.
Amar
generosamente.
Hablar
amablemente.
Y
el resto, dejárselo
a Dios.
Qué
bello es comtemplar
las flores y aspirar
su fragancia…
Qué
bellas son las mariposas
que vuelan de
flor en flor…
Queridos
amigos, disfruten sus
años de vida y
no se preocupen por
haber perdido su juventud.
Sonrían
cada mañana,
porque
Dios se despierta antes
que nosotros para colgar
el sol y poder
verlo desde nuestras
ventanas.