LA ORFANDAD…MAS QUE UNA PERDIDA
Sólo tiene 10 años y cursa 4to grado. No tiene las herramientas emocionales suficientes, para tolerar sanamente la sensación de soledad que experimenta. Generalmente cuando una familia pierde a uno de sus miembros los adultos experimentan dolor, angustia, frustración y mucha culpa, esto a su vez, deja ver muy poco el dolor de los niños y niñas frente a estas pérdidas. Las últimas estadísticas señalan que alrededor de 8 niños quedan en estado de orfandad cada fin de semana.
Independientemente de cómo haya sido en la vida, esa persona que ahora no está, representaba algo para ese niño o niña. No se minimiza el dolor si ese papá o mamá no vivía con él o ella. No, la necesidad y la figura del padre y la madre son tan intensas, que a pesar de la ausencia, distancia o abandono, estos niños experimentan un dolor y una sensación de vacío que se refleja en su conducta y que al ser mal interpretada y poco atendida solo tiende a agudizarse en el tiempo.
La pérdida deja no solo angustia, sino que los niños y niñas la perciben como un “no me quieren” o “que hice de malo para que esto pasara”. Por ello vemos que su enojo es trasladado a otros espacios de su vida y a otras personas. Es que además de quedar sin ese ser importante y significativo para ellos, quedan en un estado de abandono emocional porque aunque otros miembros de la familia lo adoptan, generalmente solo se suplen las necesidades materiales, se encargan, en muchos casos amablemente, de atender su vida cotidiana, de que entren y salgan, de que cumplan un horario, de que trabajen, y de otras cosas, muchas veces a estos niños les toca asumir roles que no les corresponden, llevan cargas que no pueden tolerar, pero muy pocas veces son atendidos afectivamente. No saben cómo hablar de lo que sienten. En mi encuentro con A.M., a quien mencioné al principio, ese fue mi propósito principal, él necesitaba hablar, no de su conducta, sino de lo que sentía. Él dijo que estaba bravo porque su papá se había ido, que tenía rabia de que eso hubiese pasado y que deseaba verlo… Solo hablar causó alivio, luego descansó en un lugar aparte de su salón. En otro encuentro logramos escribir lo que sentía, fue difícil, pero lo hizo, se sintió atendido en su necesidad, pudo mirarme a los ojos y al hacer contacto visual le dije firmemente que no era su culpa y que Dios quería ser el padre que él necesitaba. No vería a su papá pero podría hacer cosas recordándolo. Haciéndole seguimiento noté que A.M. estaba más dispuesto a obedecer, su mamá pudo trabajar su propio dolor sin olvidar el de su hijo. Tal vez nunca se recupere completamente, siempre extrañará a su papá, pero aprenderá a comprender que la pérdida es el proceso de desprendimiento, el dolor, es lo que se siente en ese proceso, y el duelo es despedirse de una forma consciente de esa persona, sabiendo que ya no va a estar con nosotros, y que a pesar de eso podemos seguir viviendo. La elaboración del duelo no ocurre en el momento de la muerte, ocurre en los meses posteriores a la pérdida.
El manejo de las pérdidas
Es importante saber que la forma en la que los niños manejan las pérdidas son aprendidas desde temprana edad. El enfoque correcto no es ver lo que él niño hace, por ejemplo cuando pierde un juguete y no puede recuperarlo, el enfoque correcto es ver qué hace el adulto responsable del niño con esta conducta. Este tipo de experiencias ayudan a enseñar valores de vida y formas sanas de solucionar problemas que más adelante se presentarán. Hoy es un juguete, mañana es un trabajo, un familiar, un miembro de su cuerpo. Entonces, aprovechemos para modelar el carácter, ayudémosle a enfrentar lo que le ha ocurrido, empezando por cosas pequeñas, dejemos que aprenda a despedirse de su mamá, cuando es necesario, aunque llore, hagamos que deje el juguete que no es suyo en su lugar cuando visita a un amigo, y en la medida en que lo haga, evite el maltrato, la ofensa, la ridiculización y la humillación pública o privada. Dé afecto, haga contacto físico al mismo tiempo que enseña límites y se mantiene firme en ellos.
Dar aliento a niños que han sufrido pérdidas es solo un paso que debe saber darse, alentar no es solo sentir compasión, se necesita gente que vaya más allá y que en la práctica pueda brindar protección, seguridad y acompañamiento en el proceso, dando las herramientas adecuadas a las familias para el crecimiento de niños y niñas que hoy experimentan dolor pero que en un futuro pueden formar hogares estables y funcionales, rompiendo patrones inadecuados y ejerciendo roles mejor estructurados.
Miles de niños y niñas pierden a su familia, se sienten solos, evidencian problemas emocionales y de conducta, esto a su vez, causa deterioro en nuestra sociedad, están creciendo sin rumbo, a la deriva, sin propósito, quizás sin sentido… llegar a sus corazones con un mensaje de amor solo se puede lograr cuando aprendo a caminar a su paso, a ir a su ritmo, a detenerme para esperarlo, a mirar su necesidad y enseñarle a trabajarla y suplirla correctamente, y después, solo después él podrá asociar esto a la imagen de Dios y a su Palabra de vida para ellos, pero esto no puede ir solo, mi compromiso y mi comportamiento determina su decisión de creer o no que encontrarse con el amor de Dios y tener una experiencia y una relación cercana con él es lo único que puede hacer que su vida cobre sentido. Aprendamos a llorar juntos y a levantarnos uno al otro. Aprendamos a contener emocionalmente y a servir de apoyo. Se necesita gente que mantenga la esperanza.
SALUDOS...ADRY