Quiero cantarle señora! No señora, perdone pero no es a usted, no a la señora de las altas esferas sociales, ni a usted atleta reconocida en todo el mundo… No a usted que recién regresó de ese viaje por las europeas tierras que para muchas son sólo un ensueño. No, a usted tampoco…
Perdone, tampoco es a usted señora del mundo de la política, no a usted que le saludan con fanfarrias y la gente se hace hacia un lado cuando usted entra, no a usted que cubre con oropeles y caras pieles sus defectos mientras menosprecia la pobreza y la humildad de la mujer del rancho, de la mujer del servicio, de la mujer que amasa el pan que ha de alimentar su mesa.
Este canto es para ti mujer: Mujer indígena, y para ti mujer obrera… Para ti mujer que le inventas horas al día para invertirlas con tu hijo, a ti mujer que no te atreves a hablar, y sin embargo eres escuchada a través de tu obra, a traves de tus hijos…
A ti te canto, mujer humilde y sencilla que no has tenido más escuela que la vida misma, pero te alzas en sabiduría para impartir las enseñanzas del amor, la tolerancia, la paciencia y el perdón…
Mi canto es para ti mujer débil, pero fuerte para salir detrás del viento, si el viento se atreve a lastimar a tu hijo.
Para ti mujer que le das figura a la nada y lo conviertes en almohada y cobija, para cubrir del frío a los tuyos, le das forma a tus sentimientos y los repartes incansablemente con sonrisas y amor.
A ti te canto hoy, deja que mi voz se alce para gritarle al mundo. ¡Somos mujeres! Lo somos hoy y lo seremos siempre, porque somos alma, corazón y vida.
Levanta el estandarte de tu género, demuéstrale al mundo que somos iguales, que tenemos corazón, que nuestra sangre tiñe de rojo.