ROSAS Y ESPINAS
Un día, una madre pasaba con su pequeña hija, frente a un jardín en donde abundaban los rosales. Había rosas de todos colores, todas muy hermosas.
La niña se detuvo a observar una rosa. Mira mamá, ésta rosa está llorando. Las rosas no lloran Laurita…
Sí, esta rosa está llorando mamá, ¡mira, tiene gotitas! No mi amor, son gotitas de rocío, no son lágrimas. Son lágrimas mamá y yo sé por qué llora.¿Porqué? preguntó la madre.
Porque tiene clavadas todas esas espinas, mamá. Le han de doler mucho, por eso llora la rosa, ¡pobrecita! la madre sonrió con ternura ante el inocente comentario.
La niña agregó: Podemos llevarla a casa para quitarle todas esas espinas? No podemos mi amor, aquí está prohibido cortar flores.
¡Pero cómo la vamos a dejar así sufriendo! No sufre Laurita. Todas las rosas tienen espinas y no les duele.¿Pero tú cómo sabes que no les duele? la madre no supo qué responder.
Cerca de allí andaba un viejo jardinero, que las escuchó y acercándose a ellas, dijo: Querida niña, ¿quieres saber por qué las rosas siendo tan bellas tienen espinas tan filosas? Sí señor, quiero saber, respondió la pequeña.
Te lo diré. Las rosas tienen espinas, para que al tocarlas nos pinchemos los dedos...¿Pero eso para qué? replicó la niña. Para que nunca olvidemos lo que duele un pequeño pinchazo...
Porque si un pequeño pinchazo duele así, imagina lo que ha de doler una corona de espinas en la cabeza. ¡Oh, eso ha de ser horrible, quién podría soportarlo!
Hubo un hombre, que soportó una corona de espinas en su cabeza, además de clavos en sus manos y pies...Ese hombre, llamado Jesús, soportó todo eso por amor a tí y a mí. Por eso, cada vez que veas una rosa, que su belleza te recuerde el sublime acto de amor de Jesús, y sus espinas, el dolor que padeció por ti.
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16
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