Nadie mira la vida sin acobardarse en muchas ocasiones, ni se mete en el barco sin temerle a la tempestad, ni llega al puerto sin remar muchas veces.
Nadie llega a la otra orilla sin haber ido haciendo puentes para pasar.
Nadie puede juzgar sin conocer primero su propia debilidad.
Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas, ni recoge rosas sin sentir sus espinas.
Nadie recoge cosechas sin probar muchos sabores, enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra.
Nadie reconoce la oportunidad hasta que ésta pasa por su lado y la deja ir.
Nadie consigue su ideal sin haber pensado muchas veces que perseguía un imposible.
Nadie deja el alma lustrosa sin el pulimento diario de Dios.
Nadie hace obras sin martillar sobre su edificio, ni cultiva amistad sin renunciar a sí mismo, ni se hace hombre sin sentir a Dios.
Nadie encuentra el pozo de Dios hasta caminar por la sed del desierto.
Nadie deja de llegar, cuando se tiene la claridad de un don, el crecimiento de su voluntad, la abundancia de la vida, el poder para realizarse y el impulso de Dios.
Nadie deja de llegar cuando de verdad se lo propone. Si sacas todo lo que tienes y estás con Dios, vas a llegar.
Autor Desconocido
Saludos..........Nancy