La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada Este cuento fue escrito por Gabriel García Márquez (Nobel de literatura en 1982, nacido en Aracataca, un pequeño pueblo de Colombia en 1928) en 1972 y formó parte de un libro de cuentos del mismo nombre que fue editado en aquél año. A la fecha, el libro lleva más de cuarenta ediciones y varios millones de ejemplares vendidos, y ha sido traducido a más de 20 idiomas. Esto habla a las claras de la enorme popularidad de la literatura de Gabo, lejos, uno de los más grandes escritores que ha dado Latinoamérica. Originalmente “La increíble y…” fue concebida por García Márquez como una novela, anterior inclusive a “Cien años de soledad”, pero finalmente se decidió por el formato de cuento. Un cuento precioso, duro y brillante, por cierto. “La increíble y…” cuenta la historia de Eréndira, una muchacha bastarda de un hombre, hijo de una mujer de una inmensa riqueza. La muchacha queda al cuidado de la abuela desde su nacimiento por la muerte de sus padres. Pero la mujer, más que querer a la niña como a una nieta la tiene como a una esclava. Así, la pequeña Eréndiara conocerá la miseria y los malos tratos de su abuela, que con el tiempo perderá su fortuna, sus propiedades, caerá en la más profundas de las miserias, y terminará por prostituir a la inocente Eréndira, que a todo le pone el hombro, y que además de trabajar de forma inhumana atiende a su abuela a cuerpo de reina. Además, para su desgracia, una noche de viento, extenuada por el duro trabajo, Eréndira se dormirá sin apagar las velas en su dormitorio y las llamas encenderán las cortinas. El fuego consumirá toda la gran mansión de su abuela, y las dos mujeres se verán obligadas a iniciar un viaje sin escalas hacia cualquier parte. Al principio Eréndira tratará de defenderse de su triste destino con patadas y arañazos. Pero después de la segunda violación comprenderá que su desgracia es ineludible, y que deberá sudar mucho para cancelar lo que le debe a la abuela. La abuela, por su parte, montará el negocio alrededor de la nieta en cada pueblo por el que van, y recibirá todo cuanto le sirva par reunir el casi millón de pesos que la niña le ha hecho perder en el incendio. En adelante Eréndira generará sensación entre los hombres, que irán de todas partes a pagar por su amor. La abuela, contrariamente a como la trataba antes, ahora cuida a Eréndira, o, mejor dicho, cuida su “capital de trabajo”. En una de tantas noches de arduo trabajo Eréndira conocerá a Ulises que le dará amor y la tratará con decencia. Y otra noche, en un descuido de la abuela, Eréndira será tomada contra su voluntad por un grupo de sacerdotes que tienen un convento en el que regeneran a mujeres indias, y que no será otra cosa que una cárcel diferente para Eréndira. A pesar de esto en algún momento se siente feliz, pero ante la insistencia de la abuela, que hasta paga a un hombre para que se case con ella y así poder sacarla del convento, Eréndirá terminará por salir del convento para volver a la prostitución. Así proseguirá la triste vida de Eréndira hasta el regreso de Ulises mucho tiempo después, a quien le planteará si es capaz de matar a la abuela. Ulises acepta la faena, pero nada parece matar a la abuela, ni el veneno para ratas, ni siquiera la explosión de una dinamita. Finalmente Ulises toma un gran cuchillo y asesina con mucho trabajo a la abuela maldita. Veinte años de desgracia han pasado, Eréndira por fin se siente libre, así que echa a correr dejando atrás a Ulises y a su pasado, y corre hasta perderse en el desierto para nunca más volver. Una historia increíble contada con la pluma brillante de Gabo. Mi calificación: “Excelente”. Mi recomendación: no se puede parar de leer, es atrapante, alucinante, no te la pierdas. Otros cuentos del mismo autor: “Doce cuentos peregrinos”, “Sólo vine a hablar por teléfono”, “La santa”, “Me alquilo para soñar”, “María dos Prazeres”, “El verano feliz de la señora Forbes”. Otros libros del mismo autor: Crónica de una muerte anunciada, Relatos de un náufrago, El coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad. |