“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” Romanos 12:1
La verdadera adoración (agradar a Dios) se da cuando nos entregamos completamente a Dios. Ofrecerte a Dios es la esencia de la adoración. A este acto de entrega personal se le llama de diversas maneras: consagración, que Jesús sea el Señor de nuestra vida, tomar la cruz, morir al yo, ponerse en manos del Espíritu. Lo que importa es lo que se haga, no cómo se le llame. Dios quiere toda nuestra vida.
Hay tres obstáculos que bloquean nuestra entrega total a Dios: el temor, el orgullo y la confusión. No nos damos cuenta de cuánto nos ama Dios, queremos controlar nuestra propia vida y malinterpretamos lo que significa la entrega.
¿Puedo confiar en Dios? La confianza es un ingrediente escencial en la entrega. No puedes entregarte a Dios si no confías en él, pero no puedes confiar en él hasta que lo conozcas mejor. El temor impide entregarnos, pero “el amor hecha fuera todo temor”. Cuanto más nos demos cuenta de lo mucho que Dios nos ama, más fácil nos resultará la entrega.
¿Cómo sabes que Dios te ama? Él te demuestra su amor de muchas maneras. Te dice que te ama; nunca te pierde de vista; cuida de todos los detalles de tu vida; te dio la capacidad de disfrutar toda clase de placeres; tiene buenos planes para tu vida; te perdona; y es cariñoso y paciente contigo. Salmos 145:9; Salmos 139:3; Mateo 10:30; 1a. Timoteo 6:17b; Jeremías 29:11; Salmos 86:5; Salmos 145:8. El te ama mucho más de lo que te puedas imaginar.
La mayor expresión de amor es el sacrificio del Hijo de Dios por ti. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” Romanos 5:8 Si quieres saber cuán importante eres para Dios, mira a Cristo con sus brazos extendidos en la cruz, diciéndote <<¡Mi amor por ti es así de grande! Prefiero morir a vivir sin ti>>
Dios no es un esclavizador cruel o un explotador que usa la fuerza bruta y la coerción para someternos . No intenta doblegar nuestra voluntad, sino que nos atrae hacía sí para que podamos ofrecernos libremente a él. Dios es amante y libertador, y cuando nos entregamos a él obtenemos libertad, no esclavitud. Cuando nos entregamos completamente a Jesús, descubrimos que no es un tirano sino el Salvador; no es jefe sino hermano; no es dictador sino amigo.
El segundo obstáculo para nuestra entrega total es el orgullo. No queremos admitir que somos meras criaturas y que no podemos controlar todo. Mucho de nuestro estrés se debe al deseo de control total. La vida es una lucha, pero lo que muchas personas ignoran es que la nuestra, como la de Jacob, es realidad ¡una lucha con Dios!
Aceptemos nuestra humanidad con el intelecto pero no con las emociones. Cuando nos enfrentamos a nuestras propias limitaciones, reaccionamos con irritación, enojo y resentimiento. Queremos ser más altos (o mas bajos), más inteligentes, más fuertes, más talentosos, más hermosos y más ricos. Queremos tenerlo todo y hacer cualquier cosa, y nos disgustamos cuando eso no ocurre. Al darnos cuenta de que Dios dota a otros con las características que no tenemos, respondemos con envidia, celos y autocompasión.
Necesitamos hacer una entrega total al Señor y puedes saber que se la has entregado cuando dependes de él para que las cosas resulten bien, en lugar de manipular a los demás, imponer tus ideas y controlar la situación. Uno suelta las riendas y deja que Dios obre. No necesitas estar siempre al control. La Biblia dice que debemos entregarnos al Señor y esperar en él con paciencia. En lugar de esforzarnos más, confía más. También sabes que te has rendido cuando no reaccionas a la crítica ni te apresuras a defenderte. Un corazón rendido se destaca en las relaciones personales. Una vez que nos entregamos a Dios, ya no descalificamos a los demás, no exigimos nuestros derechos y no buscamos nuestro propio bien.
Llegó el momento para que te rindas a Dios, a su gracia, a su amor y a su sabiduría.